¿TÚ TAMBIÉN?
Cualquiera puede cocinar
Por Álvaro Abellán3 min
Opinión03-02-2008
"Cualquiera puede cocinar", sostiene el gran Gusteau, quien, incluso ya fallecido, inspiró con su arte y consejo a Remy, una sencilla rata de campo, hasta convertirla en chef del más reputado restaurante de París. En un primer sentido, esta frase viene a decir que con buena voluntad, tesón, entrega constancia y un buen maestro cualquiera puede llegar a cocinar dignamente. Sin embargo, la frase tiene un sentido más profundo, que nos revelará el exigente crítico Antón Ego hacia el final de la película: "No cualquiera puede convertirse en un gran artista, pero un gran artista sí puede provenir de cualquier lado". La llamada de Gusteau, por tanto, va dirigida a todos los hombres de buena voluntad que pretendan aprender a cocinar. Pero, sobre todo, va dirigida a quien siente una vocación secreta en lo más hondo de su corazón y no se atreve siquiera a pensar que su sueño pueda convertirse en realidad, que él sea realmente capaz de llegar a ser alguien, de aportar algo, de dejar huella, de ser protagonista de su propia vida. "Cualquiera puede cocinar, pero sólo los audaces pueden llegar a chaef", completa Gusteau en otro momento de la película. Recuerda, en un sentido no tan diverso, a la evangélica frase: "Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos". Y si todos deben responder a la llamada, los que menos deben esconderse, por incapaces y humildes que se sientan, son los elegidos. Además de persecuciones, golpes, humor y todo lo que necesita para convertirse en la favorita de los niños, la genial película de Disney-Pixar (producida por Brad Bird, a quien debemos también Los increíbles), nos regala muchas otras reflexiones para todas las edades, especialmente para los jóvenes y adultos que aún quieren sentirse vivos. Por ejemplo: cuando uno recibe un don, por absurdo que parezca -en el caso de esta rata, es su olfato-, debe aprovecharlo. Primero, en orden a la supervivencia, gracias a su olfato Remy salva la vida a su padre y se convierte en el "olfateador oficial" capaz de detectar cualquier alimento envenenado. Y segundo, en orden a algo mucho más valioso y creativo que sólo comer sin morir: el arte de cocinar. Ahí, de la mano de ese don y de proyectarlo más allá de la supervivencia, surge la "humanidad" de la rata Remy, a modo de reproche a tantos y tantos humanos que desperdician sus talentos -y no hay mayor talento que el tiempo que nos es dado vivir- en cosas meramente útiles, pragmáticas, superficiales. El modo en el que la rata responde a su don, su espíritu de superación, de buscar su propio camino, de vivir creativamente, de aportar lo que sólo él puede aportar, de entender la vida como una aventura de la uno es protagonista, etc. nos alecciona a todos sobre cómo es la vida propiamente humana. El modo en que su "familia" -el clan de las ratas- de no preocuparse sino de sobrevivir, de no meterse en líos, de no pensar, de vivir gregariamente, nos sonroja a todos los que demasiadas veces vivimos "acomodados" en nuestra animalidad. Qué diremos en tiempos de oscars y goyas, sino que hay mucho, mucho cine. Pero no todo el cine es bueno. Y la medida del buen cine no la da sólo la calidad técnica, el guión ingenioso o la banda sonora (magistrales las tres en esta película), sino otras apreciaciones que lamentablemente nadie premia: la capacidad de hablar al corazón del hombre, de revelar al hombre al propio hombre. Un cine así, especialmente cuando nos recuerdo no sólo lo peor, sino lo mejor de nosotros mismos, es un cine donde la vida se ensancha.