Bajo la batuta de José Mourinho, los portugueses lo han ganado todo: dos Ligas, una Copa, una Copa de la UEFA, y ahora, además, la Liga de Campeones, tras la Copa de Europa que ganaron en 1987. Sin embargo, el equipo se enfrenta a un más que posible desmembramiento; es el precio del éxito para un modesto, como el Mónaco. Para los españoles, excepción hecha del semifinalista Deportivo, la temporada pasó con más pena que gloria para el Real Madrid, el Celta y la Real Sociedad.
Ferrari consiguió un nuevo doblete en Nürbürgring, mientras que los equipos con intereses en Alemania –Williams y McLaren, propulsados por motores BMW y Mercedes, así como Toyota, cuya sede está en Colonia– defraudaron. Fernando Alonso fue quinto.
La exigencia es máxima en un torneo del prestigio de Roland Garros: ni los defensores del título, ni los primeros cabezas de serie han superado la primera semana de competición en París. De la Armada española siguen adelante Feliciano López, Carles Moyà y Tommy Robredo.
Damiano Cunego, la revelación del Giro, se ha convertido en la nueva estrella del pelotón italiano. El joven corredor del Saec se proclamó campeón, por delante del ucraniano Sergei Gontchar y Gilberto Simoni. El sprinter Alessandro Petacchi consiguió nueve etapas.
España perdió contra Cuba y Holanda y solamente pudo derrotar a Camerún, con lo que no podrá estar presente en la cita olímpica del próximo verano. Ni siquiera el hecho de jugar en casa, en el Rockódromo de Madrid, ayudó a los hombres de Francisco Hervás a conseguir su ansiado objetivo.