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APUNTES DE BANQUILLO

Aspirantes a todo, favoritos a nada

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura3 min
Deportes30-05-2004

Una vez apagados los focos del fútbol de clubes con la final de la Liga de Campeones –aunque no del todo: todavía hay mucha vida en la competición de Segunda y Segunda División B–, la atención de los futbolmaniacos aterriza en la selección. Pero en un país tan peculiar como lo es España, más aún con las idas y venidas a cuenta de los conflictos con las selecciones autonómicas, el eco ha sido mínimo. Hasta el punto de reconocer, como el gallego Míchel Salgado –no sin un punto de amargura– que la selección española nunca será comparable a Brasil. Por poner un ejemplo. Aunque el bueno de Míchel habló en un sentido muy concreto –el tirón de los aficionados–, el la comparación con la selección canarinha es una buena cura de humildad también en cuanto a la tan traída y llevada etiqueta de favoritos que tan rápido cuelgan los que venden humo: un simple vistazo a los títulos conseguidos por los combinados absolutos es suficientemente revelador. Entre la poca originalidad de las reflexiones y declaraciones propias de los días previos a cualquier gran competición, la atención a los rumores en torno a los fichajes –los que vienen, los que se quedan y los que se van–, lo más sonado han sido el reparto de los dorsales y la renovación de Iñaki Sáez por dos años más. En cuanto a los números, queda patente que no hay una tradición que mantener y respetar, como en muchos de los rivales de los Mundiales y los Europeos. Mandan la heterodoxia y la superstición: Raúl se resiste a vestir el diez de los elegidos –en su mente pesa el penalti que falló contra Francia en los cuartos de final del Europeo Bélgica y Holanda–, pero tampoco lo ha querido para sí Juan Carlos Valerón, otro superclase que no acaba de sentirse a gusto en los grandes acontecimientos. Así pues, como quiera que Fernando Morientes lo ha vestido en su último año en el Mónaco, el extremeño se lo ha quedado y el nueve –otro de los números que delatan liderazgo– ha acabado por recaer en su tocayo Torres. La renovación del seleccionador se puede interpretar como un síntoma de previsión y confianza por las elecciones a la presidencia de la Federación Española –aunque aún falten algunos meses– o como un agradecimiento al talante tranquilo de Sáez. No deja de sorprender que no haya tenido que saltar a la palestra para defender la condición de aspirante, que no favorito. Son buenas señales, y aunque no siempre son útiles, las efemérides dan pistas: hace veinte años España jugó la final de la Eurocopa de Francia, aunque claudicó contra un tal Michel Platini, y otras dos décadas más atrás, aun con los vientos de la guerra fría, el gol de Marcelino dio a España su único título. Es el momento para la gloria.

Fotografía de Roberto J. Madrigal