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TOROS

La Feria de San Isidro pierde puntos

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Espectáculos16-05-2004

Una novillada de las de durce saltó el lunes día 10 al ruedo de la Monumental de Las Ventas. Aunque el público se dio cuenta de la condición de los animales, sólo pudo conformarse con aplaudir el juego de los novillos ante unos diestros incapaces de lucirse con ellos.

El martes se anunciaba el triunfador de la pasada edición isidril, José Pacheco El Califa, y aunque no la protagonizó este torero, sí hubo faena de emoción. Además llamó la atención del respetable la presencia del Príncipe de Asturias y doña Letizia Ortiz en una barrera. Ella mostró su interés por volver a los toros, en cuya decisión tendrá mucho que ver el buen hacer con la muleta de Antón Cortés. Su paso por el ruedo capitalino fue importante, hasta el punto de ser merecedor de la puerta grande, premio que no pudo alcanzar por sus repetidos fallos con la espada. De no ser así, esta feria aburrida y sin interés sobre el papel tendría ya un triunfador. Con el recuerdo de la actuación de Cortés, llegó la hora del paseíllo del día 13, fecha de mal augurio para muchos toreros, y que se convirtió en eferméride de uno de los actuantes ese día: Andrés Revuelta, que tomó la alternativa. La de este torero es la historia de un apaño, dicho pronto. Siendo novillero, la empresa le ofreció sustituir a Salvador Vega, con la condición de que en el mismo trance tomase la alternativa, pues si no no podría un novillero sustituir a un matador. Así fue, y los madrileños -todavía con el arte efímero de Cortés en la retina- se preguntaban que de dónde había salido aquel muchacho, que andaba un tanto despistado y sin recursos. Se lo preguntaba el respetable hasta que llegó el momento estelar de aquella tarde del día 13, que lo tuvo: la rivalidad con el capote de Antonio Ferrera y un muy variado, dispuesto y entregado Miguel Abellán. El torero madrileño promete. Al día siguiente se cumplió la promesa del toreo a caballo que hace Pablo Hermoso de Mendoza cada vez que se anuncia en un cartel. Lo mejor, el temple, la valentía, la doma y el arte de un caballo torero llamado Chenel, como el maestro Antoñete. A ello se sumaron detalles de buen gusto y precisión en la ejecución con los que el rejoneador navarro supo deleitar a un público poco habitual a la plaza. Una de las dos orejas que le sirvieron para salir por la puerta grande hubo que ir a buscarla el alguacilillo al desolladero. Así funciona la feria más importante del mundo. Tampoco con un encierro como el del sábado, el de los mansos de Carriquiri; ni con el poco provecho que sacan los toreros cuando los toros, por el contrario, tienen condiciones para el triunfo. Esto último ocurrió el domingo, con el encierro de los astados portugueses de Palha, y tampoco pudo ser.