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FÚTBOL

Jesús Gil: qué manera de ‘palmar’

Por La Semana.esTiempo de lectura2 min
Deportes16-05-2004

Después de una semana de agonía, Jesús Gil murió rodeado de sus allegados, pero también de muchos de los que fueron sus enemigos, que destacaron su sinceridad –a pesar de un carácter que le acarreó numerosos problemas– y su carácter inquieto y emprendedor.

El afán rebelde de Gil le llevó a denunciar la hipocresía política, aunque casi siempre recurriendo al insulto. No obstante, su lengua viperina, su carácter polémico y populista, le hizo ganarse la simpatía –incluso admiración, a veces– de muchos españoles, como demuestran las sucesivas mayorías absolutas que consiguió entre 1991 y 2002 –año en que fue inhabilitado de su cargo– en el Ayuntamiento de Marbella. El fanfarrón, tal y como era conocido por sus vecinos de su localidad natal, El Burgo de Osma (Soria), dio el salto a los negocios inmobiliarios allá por la década de 1950. Pero también comenzó a labrar ahí sus problemas con la justicia: en 1969 fue encarcelado por imprudencia temeraria, al desplomarse el techo de un restaurante en un complejo residencial construido sin licencia. El historial de Gil incluye malversaciones, fraudes, atentados contra el honor, tráfico de influencias, prevaricación… En 1999 –por desviar dinero del consistorio marbellí para el patrocinio del Atlético, en el llamado caso de las camisetas– y 2002 –por el desvío de 30 millones de euros de los fondos municipales a cuatro empresas fantasma, con las que se enriquecieron Gil y su clan– volvió a pasar por la prisión, y a su muerte, aún tenía abiertas más de siete causas judiciales. Jesús Gil vivió siempre al filo de la navaja y utilizó los medios a su alcance –el fútbol para conseguir fama, la política para satisfacer sus ambiciones personales– para conseguir llevar adelante sus proyectos, con pocos o ningún escrúpulo. Su llegada a la presidencia del Atlético de Madrid se produjo en 1987, y rápidamente impuso su peculiar forma de gestionar el club. La conversión del club en sociedad anónima, en 1992, lo llevó al dominio absoluto, hasta el punto de creerse invulnerable que le valió numerosos enemigos: árbitros, entrenadores, federativos, varios de los jugadores… Las idas y venidas de jugadores y técnicos fueron una constante; la Liga y la Copa ganadas en 1996, el año del doblete, y la presencia en la Liga de Campeones se vieron eclipsadas por los dos años que pasó el Atleti en Segunda División. Sus excesos lo llevaron a estafar a los propios accionistas –en 1999 el club fue intervenido judicialmente– y a tener, incluso, parte de responsabilidad en la muerte del seguidor de la Real Sociedad Aitor Zabaleta, apuñalado por un seguidor del Frente Atlético que obró exaltado por las consignas del presidente. Pero para bien o mal, el personaje creado por Jesús Gil siempre tuvo un carisma que ha llegado a calar en lo más rancio del carácter español: las similitudes al Torrente que interpretó Santiago Segura son y serán evidentes.