Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

CULTURA

El último adiós a Vázquez Montalbán

Por Celia Maza de PabloTiempo de lectura3 min
Cultura18-10-2003

Ha muerto un poeta, un novelista, un narrador de relatos breves, un cronista, un gastrónomo, un guionista, un cronista deportivo, un ensayista. Ha muerto un socarrón, una buena persona, un inteligente, un tímido, un curioso, un leal, un coherente. Ha muerto un marido, un padre, un abuelo.

Hace un mes emprendió un viaje por Indonesia, Nueva Zelanda y Australia. Había sido invitado para dar una serie de conferencias y participar el coloquios, aunque él, no muy amante de tertulias, prefería "tocar de solista". Estaba recogiendo los últimos detalles para su novela, Milenio, y quienes le conocían, le habían oído decir que este viaje era "el gran sueño de su vida". Mientras esperaba en el aeropuerto el avión que le traía a Madrid, comenzó a sentirse mal. Fue atendido pero murió de manera fulminante ya que su corazón dejó de latir. Su amigo, Felipe Alcaráz, aún se pregunta cómo pudo morir "solito" aquel que siempre lograba acompañar la tristeza de los demás con su inmensa "ironía vivificante". Vázquez Montalbán había nacido en Barcelona hace 64 años. En su juventud había participado activamente en la oposición al régimen creado por el general Franco. Primero en el Frente de Liberación Popular y luego el partido Socialista unificado de Cataluña. Hace algunos años, pero cuando ya había pasado tiempo, desde esa juventud tan comprometida, Josep Ramoneda le preguntó un día paseando por París, que por qué seguía siendo comunista si el comunismo se estaba extinguiendo. Montalbán le respondió "dejadme que sea yo quien al final apague la luz". Casi la misma respuesta que le dio a Haro Tecglen en otra ocasión. "sigo siendo comunista por lealtad a los militantes de base". Un consejo de guerra en 1962 le condenó a tres años de cárcel. Cuando salió formó parte del equipo editorial de mayor relevancia de la posición "tolerada" en la revista Triunfo. Fue entonces cuando se comenzó a descubrir al periodista y al escritor de ensayos, recogidos en 1970 en Crónica sentimental de España. En este libro analizaba la relación entre lo popular y lo político y poco a poco fue adentrándose en el mundo de la cultura tradicional. Montalbán era único para entrelazar las palabras y comenzar en Marx para terminar con Concha Piquer. Fue la cantaora, quien con Conchita Piquer le hizo escribir uno de sus primeros poemas publicados. Pero Montalbán no quería límites, no quería tiempo libre ni terminar con su curiosidad incesante. Escribió de todos los fondos y de todas las formas. Con Política y deporte reflexionó sobre una de sus múltiples aficiones, el fútbol. Más que fútbol, el Barça. La gastronomía también fue una de sus constantes entre sus páginas. Para él "había una relación directa entre comer, beber y amar". Y tanto amó este placer que escribió Reflexioners de Robinson ante un bacalao; La gula; Las cocinas de España: Cataluña, Extremadura, Galicia, Valencia; ... Pero este barcelonés, enamorado de su tierra y habilidoso para combinar la Barcelona tradicional y la contemporánea, siempre será recordado por una obra, Yo maté a Kennedy, y por un personaje Pepe Carvalho. Muchos críticos y amigos comentan que Galíndez no le tiene nada que enviar, mas el público es a Carvalho a quien adora. Éste detective melancólico, ex comunista, ex agente de la C.I.A. que quemaba libros para preparar sus recetas de cocina, aficionado a la mala vida y al lenguaje directo ha quedado huérfano. Para Montalbán, 1976 era un época de dictadura literaria, "o escribías como Benet o no eras nadie. Un día en plena euforia etílica, estaba con José Batlló y nos burlábamos de la literatura de vanguardia. Él me desafió a escribir una novela de guardias y ladrones. Acepté el reto y escribí Tatuaje, en quince días". Con esta novela creció la vida de Carvalho y con ella la riqueza literaria del autor. El escritor había anunciado que su próximo libro, Milenio, iba a ser "el último viaje de Carvalho y el primero de su inseparable compañero, Biscuter". Nadie podía sospechar que sería Montalbán quien bajara del avión por última vez.