George W. Bush, en nombre de Dios y de América
Por Chema García3 min
Internacional07-11-2004
Lo primero que hay que destacar a la hora de acercarse a la figura de George W. Bush es que proviene de una familia de políticos. Hijo de presidente, nieto de senador y descendiente de otro presidente, Franklin Pierce. El mayor de los cinco hijos de George y Barbara Bush, dio un enorme rodeo hasta terminar en la carrera a la que por estirpe familiar parecía predestinado. Su primer mandato está marcado por los atentados del 11 de septiembre de 2001. Desde entonces, la 'guerra contra el terrorismo internacional' se ha erigido como el principal objetivo de su política internacional.
Éste fue su mensaje de vanguardia durante una campaña electoral en la que recaudó más 200 millones de dólares, una cifra inédita hasta la fecha. Precisamente el trágico punto de inflexión del 11-S fue el momento en el que mayor popularidad gozó el político tejano. La determinación que mostró tras los ataques de Al Qaeda fue lo que la población estadounidense requería: venganza. La violenta irrupción de Osama bin Laden en el corazón de América fue la excusa perfecta para acabar con los antiguos fantasmas de la familia. Tras la invasión de Afganistán, en 2003, la siguiente batalla fue en Iraq. Lo que su padre no se atrevió a hacer en 1990 en la primera Guerra del Golfo, acabar con el régimen de Sadam Husein, lo hizo él en nombre de unas "armas de destrucción masiva" que todavía no han aparecido. Ésta fue la decisión más polémica de su primera legislatura ya que la posterior ocupación del país árabe ha supuesto una sangría de soldados estadounidenses superior a la que supuso la propia invasión. George W. Bush nació el 6 de julio de 1946 en New Haven, (Connecticut) y creció en Midland y en Houston, Texas. Por ello se siente sobre todo tejano. Antes de convertirse en un ferviente cristiano y conservador vivió la vida al límite. Ello no le impidió graduarse en la Universidad de Yale y obtener un master en Administración de Empresas (MBA) de la Escuela de Negocios de Harvard. El propio protagonista llama a aquella etapa de excesos sus "años nómadas". La campaña electoral se ha encargado de volver a airear los puntos más polémicos de su biografía. Mientras el candidato demócrata John Kerry fue voluntario a la Guerra de Vietnam, Bush recurrió a un método usual entre los vástagos de buenas familias para evitar combatir en la carnicería asiática: se alistó como piloto en la Guardia Nacional de Texas. Un dato que pesa aún más en contraste con su padre, quien fue piloto de transporte durante la II Guerra Mundial en el Pacífico y se le concedíó la Cruz de la Aviación con honores. Su 40 cumpleaños fue el día de su muerte y su resurrección. Su mujer, Laura Welch, una maestra y bibliotecaria a la que había conocido en una barbacoa; y el predicador evangélico Bill Graham le convirtieron en lo que es hoy. Hasta entonces, el alcohol le había dominado más de lo que a él le hubiese gustado. "O la botella o yo", le dijo Laura. Conclusión: abandonó la bebida y se convirtió en un ferviente cristiano. En 1994 se hizo rico después al ingresar 15 millones de dólares con la venta de sus acciones en los Texas Rangers, equipo de béisbol en el que había invertido 600.000. Vida política Su vida política no empezó hasta poco después, cuando ganó las elecciones para gobernador de Texas, cargo que sólo abandonaría para concurrir a la Presidencia en 2000. Entonces, Bush ganó en el Tribunal Supremo con 328.000 votos menos que el candidato demócrata, Al Gore. En las elecciones del pasado martes, el republicano sí que se hizo con el conocido como 'voto popular', buena muestra de que su sencillo mensaje ha calado más en la población estadounidense de lo que la Vieja Europa puede comprender. Sus detractores le tachan de personaje con pocas luces, con dificultades para expresarse, testarudo, incapaz de reconocer un error en público y desinteresado por los temas realmente importantes. Las reuniones de su Gabinete comienzan siempre con una oración y por lo que sus críticos también le acusan de dejar que sus creencias influyan en sus decisiones. También le achacan cuatro bajadas de impuestos, que han convertido el superávit de Clinton en un déficit récord de medio billón de dólares -y que han beneficiado a las economías más pudientes-, la destrucción de 800.000 empleos y la divulgación de tres graves escándalos financieros: Enron, Xerox y WorldCom. Sea como fuere y como algún medio de comunicación ha expresado, la población estadounidense ha optado mayoritariamente por los valores morales y por la seguridad.