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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

14-M + 13-J = 0

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión06-06-2004

En la noche del 14-M, de paseo por los bulevares de Madrid, sonaron los cláxones y la música de los coches, especialmente al llegar Génova, donde mora la sede del PP y de muchos ciudadanos madrileños. Aquella noche, supuestamente, estábamos de luto. Pero cierta izquierda resucita los muertos cuando pierde y escupe al duelo de los cadáveres calientes cuando gana. Otras elecciones irrumpen ahora en nuestra sana cotidianeidad, con lo que nos ha costado recuperarla. Y nuestro querido presidente del Gobierno invoca de nuevo a los muertos de la guerra. Debemos elegir, nos adoctrina: entre la guerra del PP o la paz del PSOE. Tal vez lo del di-álogo de Zapatero quiera decir eso, que siempre hay dos posibilidades: la equivocada y la suya. Supongo que yo soy uno de esos millones de personas que en España no existimos, porque somos “voto cautivo” o “voto prestado” o “voto no representativo” o “voto no bipartidista” (sí, somos votos, no personas). Supongo que soy uno de esos millones de personas que no creen en los falsos di-lemas de Zapatero (y el falso dilema sólo se parece al verdadero diálogo en cuatro letras mal colocadas). Supongo que puedo estar contra la interesada guerra del PP y contra la vergonzosa retirada del PSOE, en uno de los muchos matices que separan ambas posturas, que ni siquiera son tan puras y radicales como las vende nuestro presidente. No ser nadie tiene una ventaja y un peligro, que vienen a ser la misma cosa. La ventaja es que uno no se enciende, no se excita, no se pelea por un resultado electoral. Eso le impide a uno violar el luto, deshonrar a los muertos o escupir carcajadas revanchistas ante una madre que perdió su hijo tres días atrás. El inconveniente es que uno, por cierta incómoda dignidad que le vino de nacimiento -o de la Constitución, como a la vicepresidente del Gobierno- tiene a revelarse cuando le ignoran. El inconveniente llega cuando uno descubre que sí que es alguien, aunque el presidente no dialogue con él. Y entonces, inesperadamente incluso para sí mismo, este Juan Nadie se rebela. Y para hacerse notar, tratar de convertir en ceros a los otros. Ya lo escribió Platón y la historia lo confirmó: después de la demagogia y la desvergüenza, la tiranía.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach