ANÁLISIS DE LA SEMANA
La marea
Por Almudena Hernández1 min
Sociedad06-06-2004
Amanece el estío y sueña la cabeza con los pies mojados sobre la arena. El agua se acerca poco a poco, los inunda y luego deja olvidada tras las huellas una espuma sonora de olas saladas. El sol brilla, deja entrever destellos de diamantes sobre la piel del agua, menos curtida que la de quienes se tuestan sobre la arena mientras leen una revista y fuman un cigarrillo. También en la playa se olvida que fumar mata y, además, molesta. Y daña el medio ambiente. Una colilla abandonada en la playa absorve dos litros de agua al año. Dos litros de agua menos de los que no puede disfrutar el coral ni el hombre. Cuando llega el estío, las ropas se empequeñecen para dejar lo que antes no se había visto: este michelín, aquella arruga, una estría, una cicatriz o la herencia triste de un golpe mal dado. Dice que se cayó por la escalera. Bajo la sombrilla, una abuela hace ganchillo al compás de las olas, con el ir y venir de la espuma hacia las puntillas de algodón blanco que teje en sus manos. De vez en cuando deja la labor sobre su regazo para tomar el abanico y engañar al sofoco. La calor que hace. Algunas playas, cuando llega el verano se convierten en una pocilga. La gente marcha en masa hacia ciertos destinos costeros y deja el litoral como una pocilga. El agua se enturbia, como si por allí hubiera ocurrido una catástrofe. Otros, sin derecho a vacaciones, a agua limpia y potable, no saben lo que es siquiera pasear por la orilla descalzo, entre el ir y venir de las olas.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo