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SIN CONCESIONES

Por amor

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura2 min
Opinión23-05-2004

Cuando miro a los Príncipes de Asturias, veo a una pareja enamorada. Lo de menos el día de su boda es su futuro como Reyes de España. La persona está por encima de todo. Lo verdaderamente importante es que se quieran, se cuiden y se respeten toda la vida igual que el primer día de matrimonio. Dicen que esa es la clave del éxito en toda relación conyugal. En el caso de Felipe y Letizia este consejo adquiere especial trascendencia. El éxito de su amor no sólo repercutirá en ellos mismos y sus descendientes. Como herederos de la Corona, influirá también en su servicio a los españoles. Por eso, consuela verles tan enamorados. Sólo hace falta que ese brillo en los ojos perdure eternamente. El matrimonio es una opción para la convivencia que cada vez eligen menos parejas. Implica un compromiso con uno mismo y con la otra persona que sólo algunos están dispuestos a asumir. La moda actual pasa por convivir sin papeles, sin contrato, sin responsabilidad y sin constancia. La vida juntos dura lo que dure la pasión. Me pregunto qué hubiera pasado si -como en Suecia- el Príncipe Felipe hubiera formado pareja de hecho con Letizia Ortiz. Seguro que millones de españoles lo criticarían y seguro que la mayor parte de ellos no serían casados. Aquí somos así de hipócritas. Gracias a Dios, los Príncipes de Asturias han contraido matrimonio. En su caso, matrimonio católico, que requiere una especial vocación. Como muy bien leyó la abuela de doña Letizia, es un amor comprensivo, entregado, servicial, que todo perdona, que ni se irrita ni lleva cuentas del mal, ni presume ni se engríe, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor que narra el apostol San Pablo no desea que llueva un 22 de mayo, no critica lo superficial, no duda de las buenas intenciones y no anhela los bienes de los demás. Es un amor que elude la envidia y siente tristeza de las injusticias. La boda de los Príncipes de Asturias tiene varios ejemplos de ese amor. Sin embargo, ha generado odios y rencores. Muchos españoles han ejercido de hermanas de Cenicienta al pasear su envidia con huecos reproches. Son cosas de la condición humana. Son gotas de agua en el día más feliz de dos personas. Poco o nada puede ensombrecer en estos momentos la felicidad de un hombre y una mujer que, independientemente de su condición de futuros reyes, se han casado por amor.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito