SIN CONCESIONES
Entre guerra y guerra
Por Pablo A. Iglesias
1 min
Opinión17-02-2003
Nadie quiere una guerra. Pero hay distintas maneras de actuar contra ella. Los políticos caen en el electoralismo y en la pancarta fácil. Aprovechan cualquier oportunidad para sacar provecho, especialmente, a tres meses de pedir el voto en las urnas. Los actores se autoproclaman la voz ética de la sociedad. Han corregido su habitual silencio ante el terrorismo y se han otorgado a sí mismos el papel de protagonistas. La verdadera protesta contra la guerra la han expresado los millones de personas que, en todo el mundo, salieron a la calle sin dobles intenciones. Gritaron "No a la guerra" con compasión. Es decir, padeciendo con los iraquíes, haciendo suyos los sentimientos de las víctimas potenciales, tirándose al suelo en un simulacro de bombardeo, defendiendo el valor más importante para convivir: la paz. La guerra jamás está justificada. Nada merece la pena si en el camino hay una sóla muerte. En el Gobierno, también hay quien rechaza un ataque a Irak. Aunque sea por intereses propios. Una guerra perjudicaría gravemente la economía internacional, dañaría la creación de empleo y prolongaría la incertidumbre bursátil. He ahí tres razones para entender el deseo de Rodrigo Rato de que el conflicto dure poco o no llegue a producirse. De lo contrario, perdería sus opciones de suceder a Aznar. También hay otros diputados del PP en contra de la guerra, pero callan. El miedo a ser discordantes les aleja cada vez más de la gente. Así, aunque no quieran la guerra, parece lo contrario.
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Pablo A. Iglesias
Fundador de LaSemana.es
Doctor en Periodismo
Director de Información y Contenidos en Servimedia
Profesor de Redacción Periodística de la UFV
Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito