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BÉLGICA

Bélgica, en el corazón de Europa

Por Iara MantiñánTiempo de lectura3 min
Internacional23-12-2007

El gran problema de Bélgica es la grieta entre los valones del empobrecido sur y los flamencos del próspero norte. Las pasadas elecciones de junio fueron la gota que colmó el vaso. En ellas los belgas despidieron a la Administración del saliente primer ministro, el liberal flamenco Guy Verhofstadt, hecho que dejó en evidencia la existencia de una separación mucho más profunda de lo pensado entre los valones y flamencos.

Sin gobierno, Bélgica lucha por mantenerse unida, dos bastiones son los que actualmente intentan mantener el país a flote: las instituciones europeas y el rey. Los flamencos, que representan el 59 por ciento de los 10,5 millones de belgas piden un sistema federal muy descentralizado y la independencia de administrar su propia economía, porque si hay algo que Flandes tiene claro es que no está dispuesta a seguir subvencionando a la empobrecida región francófona de Valonia. Repaso histórico-político El gran problema de las instituciones políticas de Bélgica es que están divididas en tres partes y los tres grandes partidos defienden los intereses de cada una de sus partes en vez de buscar un consenso que agrupe las voces de los tres estados federales: la Región de Flandes (comunidad lingüística flamenca), la Región de Valonia, (comunidad francesa) y la Región de Bruselas-Capital. Hay una comunidad lingüística germana que está al este de la ciudad. Otro de los inconvenientes es la compleja estructura federal de Bélgica, que cuenta con tres regiones, tres comunidades lingüísticas [flamenco, francés y alemán] y siete parlamentos, lo que hace que el voto sea muy disperso y difícil de encontrar un partido de centro que aglutine los intereses de las tres regiones. Desde aproximadamente 1970, los principales partidos políticos nacionales belgas se han dividido en distintos componentes que, principalmente, representan los intereses de estas comunidades. Bélgica es una monarquía federal constitucional, encabezada por el rey Alberto II, que tras la II Guerra Mundial evolucionó de un estado unitario a una federación. El parlamento bicameral está formado por un Senado y una Cámara de Representantes. El primero es una mezcla de políticos mayores elegidos directamente y de representantes de las comunidades y las regiones; mientras que la última representa a todos los belgas por encima de 18 años en un sistema de representación proporcional. Bélgica es uno de los pocos países en donde votar es obligatorio y por ello tiene una de las tasas más altas de participación electoral del mundo. Perfil económico La diferencia económica norte-sur es uno de los pilares fundamentales para entender la crisis belga. Bélgica es un país densamente poblado y se localiza en el corazón de una de las regiones más industrializadas del mundo. Actualmente, la economía belga está orientada hacia los servicios y muestra una naturaleza dual, con una dinámica parte flamenca, siendo Bruselas su principal centro multilingüe y multiétnico con una renta per capita de las más altas de la Unión Europea. Las diferencias norte y sur son muy marcadas, y el sur –Valonia- cuenta con una economía más rural y menos dinámica. Bélgica fue primer país de Europa continental en el que se desarrolló la Revolución Industrial a comienzos del siglo XIX. Bélgica tiene una economía abierta. Ha desarrollado una excelente infraestructura de transportes (puertos, canales, ferrocarriles y autopistas) para integrar su industria con la de los países vecinos. Amberes es el segundo mayor puerto de Europa, por detrás del de Rotterdam. Miembro fundador de la Unión Europea, Bélgica apoya la extensión de los poderes de las instituciones de la UE para integrar las economías de los estados y figuraba en noveno lugar en el Índice de Desarrollo Humano de Naciones Unidas de 2005. Mediadores El rey de Bélgica y las instituciones europeas son las que actualmente ocupan la posición de centro y están intentando buscar una solución para hallar una identidad en el país dividido. Lo ideal sería llevar a cabo una reforma del complejo sistema federal belga, que los valones del sur rechazan. Las negociaciones, encabezadas por Yves Leterme -el hombre fuerte del Partido Democristiano Flamenco que sostiene que Bélgica es un "accidente en la historia"- fueron fallidas y desde entonces el rey Alberto II se ve obligado a desempeñar el papel de mediador por primera vez desde el inicio de su reinado, en 1993.

Fotografía de Iara Mantiñán