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SER UNIVERSITARIO

Los Santos Inocentes

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión23-12-2007

Hace aproximadamente 2000 años, un rey llamado Herodes pasó a la historia, entre otras cosas, por ordenar el asesinato de toda una generación de bebés. Propició la orden su ambición política, pero también su miedo a una profecía judía que anunciaba, por aquel entonces, el nacimiento inminente de un Salvador que debía liberar a su pueblo de la tiranía de personajes como él. Hoy, el doctor Marín representa en su figura a muchos de los que podríamos llamar “nuevos Herodes”. Son mercenarios que se lucran del dolor y sufrimiento ajenos, que empujan a las mujeres a abortar y que ganan dinero eliminando a miles y miles de bebés antes de salgan del vientre de sus madres. El doctor Morín, él solo, es responsable directo o indirecto de más abortos que niños mató Herodes. Cada año mueren en España unos 100.000 seres humanos antes de nacer, mediante abortos provocados en clínicas especializadas en eliminar niños “no deseados”. El drama actual es, sin duda, más aséptico y esterilizado. Pero el número de muertes es muy superior. Además, resulta terrible no sólo la ambición de poder -de dinero- de los mercaderes del aborto, sino el silencio o la connivencia social que deja a las madres abandonadas ante semejante mercadeo. Son muchas las madres hoy que, aparentemente, aceptan renunciar sin problemas a la responsabilidad que tienen con la vida que llevan en su seno. Incluso, algunas, enarbolan la bandera de la libertad y justifican y aplauden la decisión de acabar con sus propios hijos. ¿Cómo hemos llegado a convencer a las mujeres de que ese hijo que llevan dentro es una amenaza para ellas -para su comodidad, para sus oportunidades profesionales, para su status social-? ¿Cómo hemos llegado a crear un mundo donde todos somos Herodes que consideramos a nuestros pequeños -antes incluso de que puedan siquiera hacer sonar su primer llanto-, los consideramos una amenaza para nuestras ambiciones personales? Puedo creerme la tiranía de los indiferentes. Puedo creer que, como ha ocurrido tantas veces en la historia, muchos callen ante la injusticia de unos pocos, hasta el punto de que esos pocos usen y abusen del poder como si fueran muchos. Pero no puedo creerme que cerca de 100.000 madres españolas quieran de veras, cada año, acabar con las vidas sus hijos. En algo fallamos todos cuando tantas mujeres toman esa decisión terrible no sólo para sus hijos, sino para ellas mismas, que cargarán con esa terrible decisión moral todos los días de su vida. Hace 2000 años, aquella decisión de Herodes nos mostraba un mundo terrible y una situación que podríamos describir, con ese dicho tan certero y castellano: “Aquello fue un Sin Dios”. Hoy, el Sin Dios es aún más terrible: ¡Qué Dios puede permitir un drama como éste! Pero ya entontes el Sin Dios fue pura apariencia, porque uno de esos niños se salvó milagrosamente. Un niño llamado Jesús, que nació en un pesebre en el último rincón del mundo y cuya historia cambió la de todos nosotros, incluido nuestro calendario. Un niño-Dios que trajo la Buena Nueva a todos los hombres. La noticia de que todos estamos salvados. De que el amor es el camino para nuestra felicidad, ya aquí, en cierto modo, en la tierra. Pero, sobre todo, en una vida donde todo rastro de injusticia quede desterrado. Un niño-Dios que nos dijo entonces, y aun ice hoy a quien sabe encontrarle, que estamos en tiempo de alegría y esperanza. Un niño-Dios que nos hace celebrar, entre otras cosas, el día de los Santos inocentes (28 de diciembre), con la seguridad de que todos los que murieron hace 2000 años y hoy, todos esos inocentes, disfrutan de una vida eterna, plena y feliz más grande de la que jamás pudo y podrá disfrutar Herodes. Por eso, además del 28, celebramos el 24 la alegría de estar, ya, salvados. Salvados por el amor, y con la única condición de permanecer en ese amor, amando. ¡Qué gran consuelo redescubrir, bajo cada Sin Dios, que todo mal está ya derrotado! Así sí, así, de verdad, cobra sentido celebrar, siempre, la Navidad, con toda la alegría de nuestros corazones.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach