Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

ANÁLISIS DE DEPORTES

Jorge Lorenzo y su sicólogo

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes04-06-2006

Una de las imágenes más impactantes que me dejó el Gran Premio de Italia, en Mugello, vino al término de la carrera de 250 cc. Aunque Jorge Lorenzo había ganado el director de su equipo, Dani Amatriaín no pudo contener el llanto. No sólo por la emoción lógica de una victoria, sino porque la tensión en el seno del equipo Fortuna Aprilia había sido máxima en los días y semanas previos. Al margen de la difícil relación que mantienen dentro del box Jorge Lorenzo y Héctor Barberá, picados por una rivalidad visceral, se sumaron las acusaciones del padre del mallorquín tras el despido del sicólogo que acompañaba a Lorenzo. La decisión, casualidad o no, coincidió con la mala racha de Lorenzo –que no acabó por caída las carreras de Turquía y China–, de modo que al director le cayó el muerto de que su objetivo no era la seguridad del piloto sino su propio interés. El bueno de Amatriaín no quiso entrar al trapo, y no le quedó otra que pedir una tregua para que el ambiente no se enturbiara aún más. Así que habrá que ver cómo quedan las ampollas que se han levantado, sobre todo si no consigue ser campeón del mundo. Porque Lorenzo es víctima de su fogosidad: siempre se ha salido del camino marcado, y por ello se ha hecho acreedor de tantos fans de su vistosidad con un manillar en las manos como detractores por la manera en que se le va la olla en los momentos decisivos con maniobras imposibles, poco menos que suicidas. Sin embargo, para ser campeón hace falta un paso más: no vale sólo con el atrevimiento y la sed de triunfo, sino que se debe tener cabeza fría para evitar situaciones de riesgo y perder puntos. Un sicólogo le puede ayudar a Lorenzo a encontrar la regularidad, sin duda –las comparaciones con Daniel Pedrosa y su mentor, Alberto Puig, no dejan de ser una evidencia–, pero después de cuatro temporadas en el Mundial, y de haber tropezado varias veces en los mismos errores, hace falta que él mismo se dé cuenta de que necesita cambiar de mentalidad para continuar creciendo. El entorno puede ser una ayuda, pero también un lastre para esa evolución si sólo le convence de que es el mejor y le impide hacer autocrítica. En su mano está, pero críticas como la del padre de Lorenzo son un flaco favor para la criatura. Aún tiene 20 años, pero ningún título y el tiempo pasa muy rápido… La evolución de Jorge depende de cómo termine la temporada, pero como no se espabile, corre el riesgo de convertirse en una de esas eternas promesas.

Fotografía de Roberto J. Madrigal