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SUCESOS

Londres sufre el mayor fuego desde la II Guerra Mundial

Por Elena R. BlázquezTiempo de lectura2 min
Sociedad11-12-2005

Tras dos explosiones que se escucharon hasta en Holanda, empezaró a arder el quinto centro de distribución de carburante más grande del Reino Unido. El resultado, 43 heridos y 2.000 evacuados. Si el sonido del estallido llegó lejos, el humo podría incluso acercarse a España, aunque tan diluido que no representa peligro.

Aún quedaban diez trabajadores en la planta -que han sobrevivido- cuando se produjo la primera explosión, a las seis de la mañana. Posiblemente por suceder a esa hora sólo ha habido 43 heridos, dos de ellos graves y el resto afectados con cortes y magulladuras. Millones de litros de gasolina ardieron, calculando que cada depósito de los 20 que entraron en combustión tiene una capacidad para 13,5 millones de litros. Con una capacidad total de 354 millones de litros, valorado en 52 millones de euros, Buncefield es el quinto centro de distribución de carburante más grande del Reino Unido. La zona de la explosión es básicamente industrial y comercial, aunque también hay algunos hoteles por encontrarse estratégicamente situado para abastecer a los aeropuertos de Heathrow y Luton. Aún así, 2.000 personas fueron evacuadas de las viviendas más cercanas y se albergaron en centros deportivos y de ocio de la zona, refugios del Ejército de Salvación y viviendas de familiares o amigos. La policía recomendó a los habitantes de las zonas afectadas por la densa humareda negra que se quedaran en sus casas y cerraran puertas y ventanas. Precisamente por el humo se cortó el tráfico en la autopista M1, la gran arteria viaria que une Londres con el norte de Inglaterra, y el aeropuerto de Heathrow tuvo problemas. También se vieron afectadas algunas estaciones de servicio, ya que el temor al desabastecimiento provocó una reacción inicial de cierto pánico en los automovilistas, que guardaron cola para llenar los depósitos de sus vehículos. La policía y las compañías petroleras pidieron tranquilidad, ya que el suministro no corría peligro salvo, precisamente, el acaparamiento innecesario. Para extinguir las llamas, los bomberos ensayaron una operación conjunta, utilizando 250.000 litros de espuma mezclados con 25.000 litros de agua, que tuvo que aplazarse unas horas por temor a la escasez de agua. Además, las altísimas temperaturas y el peligro de que se produjeran nuevas explosiones impidieron que nadie pudiera aproximarse al lugar, lo que dificultó la labor investigadora de la policía. Ésta desmintió los rumores de que la explosión era un atentado provocado con una avioneta y declararon que fue un accidente. A pesar de que, en principio, la nube no era especialmente tóxica, distintos hospitales se prepararon para atender a pacientes con irritación y escozor en los ojos, náuseas, ataques de tos o rigidez en el pecho, principalmente entre los asmáticos. Según el Ministerio de Medio Ambiente, no estamos ante una nube tóxica propiamente dicha, ya que no contiene sustancias venenosas a concentraciones normales. Está formada por restos como los que arrojan los motores de los vehículos -CO2, vapor de agua y compuestos hidrocarbonados con azufre, plomo y nitrógeno-. En caso de que el humo llegara a España, afectaría a Asturias y Galicia, aunque algunos flecos podrían alcanzar a Cantabria o el País Vasco. Pero los vientos generan la disolución, y la concentración quedaría muy por debajo de los niveles preocupantes para la población.

Fotografía de Elena R. Blázquez