SIN ESPINAS
La Paz preventiva
Por Javier de la Rosa2 min
Opinión17-02-2003
Algo de eso dijo Almodóvar en su manifiesto de la puerta del Sol. Yo no sé. No estoy seguro. Reconozco que lo de ayer fue histórico, importantísimo. Era la primera vez que veía a este mundo globalizado más interconectado que nunca. Una voz, un clamor arrastrado por uno de los fines más honestos que persigue el hombre: que le dejen en paz. Todo el mundo, el mismo día. Poner pegas a lo del sábado se me hace muy inoportuno. Prueba de ello es el domingo; por primera vez desde el verano no llegó a la redacción ningún teletipo con declaraciones de Bush lanzando soflamas belicistas. En boca cerrada no entran moscas, le habrán dicho sus asesores; él pregonará en el Despacho Oval que Dios tampoco trabajó el domingo. La cosa se ha puesto peliaguda porque tiene a 130.000 avispas muy caras y con ganas de picar en el Golfo Pérsico. Y para mí que no va atacar sin tener que ponerse el mundo por montera. A Sadam habrá que desarmarlo de forma pacífica. Si no hay guerra, esta va ser la nueva iniciativa que se pondrá de moda. Si se le desarma de esta manera a nadie le importará asumir ya que está armado hasta los dientes. Francia se hace más fuerte en sus discursos y la Liga Árabe ya ha preparado su rechazo al ataque para el próximo jueves en Egipto. No sé que se va a inventar Aznar para convencer a la Unión Europea que cojea por todos los pies. La Presidencia griega de turno aboga el día antes del Consejo Europeo y extraordinario que ella misma convocó por dar más tiempo a los inspectores. Y lo hace en El Cairo, invitada por los países árabes mientras Aznar se gasta una pasta de los españoles en teléfono para convencer a todos los líderes europeos y mundiales de que, como dice Bush, no se les puede dar más de 15 días. Lo de ayer, importante. Aunque el 80 por ciento de los que estuvieran en Madrid no entiendan de este asunto más que dos conceptos: lo que significa la paz y lo que trae una guerra; suficiente. Sin embargo, no lo necesario para evitar que los voceros de turno acaparen el asunto, conviertan en un carnaval las calles de Madrid o hagan de todo esto un espectáculo. Es curioso que muchos de esos pacifistas de nuevo cuño no consideren el aborto un asesinato o se acuerden de clamar contra el terrorismo nada más que cuando se lo piden en los periódicos. La paz empieza en casa, es más, en uno mismo. Pero viva la España unida, aunque sea la de charanga y pandereta...