La lucha de tornillos y tuercas disparados con tirachinas
Por Gema Diego2 min
Economía12-09-2004
Ésta es la historia que se repite, una vez más, sobre la obsolescencia productivo-industrial de la vieja Europa y la pujanza de los países en vías de desarrollo. Es la historia, cómo no, de unos trabajadores que buscan calidad de vida y de una empresa que tiene que hacer frente a la competencia de factorías donde los empleados viven…, y gracias.
El sector naval europeo entró en crisis en los años 90. Con la rentabilidad encogida, las necesidades militares reducidas, el número de empleados cuesta abajo y la Unión Europea avisando sobre la inconveniencia de conceder ayudas estatales, los astilleros españoles optaron por sobrevivir, por salir adelante a toda costa. Aún están en ello. Las subvenciones gubernativas a la construcción naval son ilegales, según la UE, desde 1997, fecha en que España prometió que no volvería a sufragar los gastos de los astilleros en reestructuración, rescate, compensación de pérdidas y privatización. Pero la muerte de las constructoras de navíos era tan inminente que la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) adquirió en 1999 los astilleros de Cádiz, Juliana (Gijón) y Manises (Valencia), que acumulaban unas pérdidas de 40 millones de euros, por 15,3 millones. A continuación, la SEPI hizo que Bazán comprase Astilleros Españoles por el precio simbólico de una peseta, y así construyó el grupo Izar. Según la Comisión Europea, que investigó este proceso, el Estado español concedió ilegalmente unos 500 millones de euros al sector naval en forma de inyecciones de capital, compras por encima del valor de mercado y préstamos. Izar ya ha devuelto 192 millones, por lo que todavía faltan otros 308 por reembolsar. Un negocio poco suculento La presión de Bruselas y la competencia de los países asiáticos han disminuido la rentabilidad de la construcción naval. En 1975, 36.097 personas trabajaban en los astilleros públicos. En el 2002, la cifra se había reducido hasta 3.787 empleados. Además, Izar ha pasado de registrar 173 millones de euros en pedidos en el año 2000 a sólo 30 millones tres años después. “Cuando yo entré a trabajar, podíamos echar las horas que quisiéramos. Sabías que cuando se acababa un barco había otro esperándote, y ahora no”, declara un electricista que trabaja en un astillero sevillano. La CE ha revisado varias veces las actividades navales de Corea y ha concluido siempre que el país asiático vende un 20 por ciento por debajo de sus costes de producción. Aun así, se ha mostrado inflexible con España y ha abierto cinco expedientes que pueden costarle a Izar la devolución de unos 1.100 millones de euros. Con este panorama, los trabajadores de Izar comenzaron la lucha, manifestándose y lanzando tuercas y tornillos con tirachinas contra los policías que les disparaban pelotas de goma y gases lacrimógenos. Los sindicatos rechazan el plan de segregación del Gobierno y piden una subida de sueldos del 6,8 por ciento para compensar la ausencia de incrementos salariales en los últimos tres años. Para la SEPI, en cambio, los sindicatos han incumplido el trato que firmaron en el 2001, y pagar más a los empleados supondría un 1,5 por ciento menos de competitividad. Se avecinan movilizaciones.