TOROS
Locura en Las Ventas
Por Almudena Hernández2 min
Espectáculos28-05-2004
Se llamaba Chiflado, vestía una capa negra burraca y galopaba sobre un chasis de poco más de media tonelada de peso, concretamente 506 kilos, según el anuncio de la tablilla. Chiflado había nacido en la casa Torrestrella en noviembre de 1999 y el miécoles 26 de mayo de 2004 pasó a la historia de la primera plaza del mundo. Fue el primero de la tarde, en un festejo en el que volvía a la capital otro triunfador, César Rincón.
El torero colombiano le citaba de largo, muy largo y el toro acudía al galope y a la primera llamada. Fue espectacular, porque Rincón hizo la mayoría de los cites de punta a punta del ruedo. Y el toro acudía pronto en medio del alboroto de los tendidos, que no se creían lo que estaban viendo. Luego vinieron las divergencias. Unos decían que el toro no fue para tanto, que no se merecía la vuelta al ruedo. Otros, más toristas, que sí, que fue el torero el que no supo estar a la altura. Quizás chocaron dos temperamentos y no pudo ser el triunfo apoteósico. No hubo acople, pero sí un toro bueno, de nota, de esos que en los tiempos que corren están en peligro de extinción, es más: parecen un espejismo. Días después, lo veía y no lo podía creer Enrique Ponce en su única cita en el serial isidril: la plaza estaba en guerra. En guerra por él. Los más quisquillosos medían los milímetros de la postura del torero frente a un toro que tenía pocos pases y todos esos más uno se los sacó Ponce, como a quien le roban la cartera en el metro y no se entera. También entonces hubo debate. Unos, que el de Chiva no estuvo en figura. Otros, que aquello era el cuento de Las mil y una noches, con espejismos y todo. Y en el camino, la semana pasada se cayeron los toros, muchos. Y se cayeron por falta de fuerzas, pero también por falta de moral, si los toros pudiesen tenerla: moral y casta y bravura. Algo. Pero aquello no tenía nada y con aquello -dan igual las ganaderías, parecen cortadas por el mismo patrón- el espejo le dijo a Miguel Abellán que él no era la más bella, y que el tercer diestro que entrará en la corrida de la Beneficencia será Serafín Marín. Claro. Al madrileño, después de jugarse la vida repetidamente, se le cayó el espejo al suelo. Y se le hizo añicos.