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La utopía independentista de Mas comenzó hace ocho años
Por Selene Pisabarro
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Artur Mas ha puesto la guinda a su pastel este domingo. Sin embargo, el camino lo emprendió hace varios años cuando soñaba con que Cataluña fuera algún día independiente. A día de hoy y saltándose cualquier prerrogativa del Tribunal Constitucional, el presidente de la Generalitat mantiene su empeño por la escisión de España.
Los cimientos para emprender la independencia comenzaron el 18 de junio de 2006, cuando entró en vigor el Estatuto de Autonomía de Cataluña. Participaron algo más de cinco millones de catalanes en la votación, es decir, un 49,4 por ciento del censo. De esa cifra, el 73,9 por ciento votó a favor de la reforma estatutaria que había propuesto la Generalitat. A pesar de que parece un dato elevado, del total de ciudadanos que tenían derecho a participar, tan sólo supone un 36 por ciento de votos favorables. Ya por entonces, el PP, el Defensor del Pueblo y otras cinco comunidades autónomas –Murcia, Aragón, La Rioja, la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares- lo recurrieron ante el Tribunal Constitucional hasta un total de siete ocasiones. El tribunal desestimó el recurso y dio la razón a la Generalitat aunque declaró 14 artículos inconstitucionales. Esto no se lo tomaron bien cientos de catalanes y la mayoría de partidos políticos –excepto el PPC y Ciutadans-, que se manifestaron un mes después contra el fallo del Constitucional. Hace un año, Mas empezó a dar pasos más firmes pero a contracorriente. CiU, junto a Esquerra Republicana (ERC), Iniciativa per Catalunya (ICV) y Candidatura d’Unitat Popular (CUP) aprobaron el 12 de diciembre del pasado año las dos preguntas que este domingo han contestado los catalanes. La primera es “¿quiere que Cataluña se convierta en un Estado? Sí o no” y a continuación, si la respuesta es sí “¿quiere que este Estado sea independiente? Sí o no”. La razón de que haya una segunda cuestión se debe a las grietas que aparecieron las semanas previas en el bloque de partidos que apoyaban la consulta, que evitaron que se limitara a una pregunta. A mediados de octubre, los colegas soberanistas de Mas rompieron sus lazos con su proyecto después de que el presidente admitiera que no se iba a celebrar un referéndum como tal sino una consulta en la que los catalanes podrían de igual manera votar. Esto no les sentó demasiado bien a los componentes de ERC, ICV y CUP, que vieron alejarse un poco más su meta utópica e instaron a que se celebren unas elecciones constituyentes al Parlamento. El papel del presidente catalán para que se celebre la consulta es innegable. Después de sus tira y afloja con el Ejecutivo de Mariano Rajoy, ha celebrado una simulación de consulta, ya que no es legal, según estableció el Tribunal Constitucional hace menos de un mes y, además, suspendió la preparación de la consulta el pasado jueves. Aun así, la Generalitat presentó un recurso de súplica ante el tribunal para que reconsidere o deje sin efecto la admisión a trámite de la impugnación de la consulta. En el caso de que no admita el recurso, piden que aclare la providencia de admisión a trámite ya que, a su juicio, resulta confuso. Batacazo a la economía en caso de independencia Una hipotética independencia de Cataluña dejaría por los suelos su economía. Las exportaciones caerían bruscamente al dejar de ser miembro de la Unión Europea, ya que tendría que pagar unos aranceles especiales que subiría el precio de las mercancías. Esto produciría una pérdida de 7.400 millones de euros. Además, España perdería una quinta parte de su PIB –el 19 por ciento-. Además, tendría problemas para financiarse, ya que no recibiría las ayudas del Banco Central Europeo. Hay que tener en cuenta que su deuda alcanza ahora mismo el 27,2 por ciento del PIB, lo que supone que es la comunidad más endeudada de España. De esta manera, se transformaría en que debería asumir la parte proporcional de la d