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BALONCESTO

Una guerra de desgaste sin visos de solución

Por Daniel Ayllón/Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes03-07-2002

La ULEB ha conseguido en dos años dar un vuelco a la organización de las competiciones europeas de baloncesto. En su avance para tomar las riendas se ha llevado por delante a la FIBA, que se resiste a perder su cuota de poder.

La diferencia entre ambas organizaciones radica en su composición. La FIBA es una institución representativa de las Federaciones europeas, mientras que la ULEB asocia a gran parte de las Ligas europeas, formadas por los propios clubes que participan en ellas. La independencia de los federativos, en principio, reporta un mayor peso de los equipos en las decisiones, y el sustento económico depende de inversiones y proyectos propios, como en cualquier otra empresa. Sin embargo, las propias necesidades económicas perjudican la igualdad para los clubes: si antaño, la mayoría de los errores arbitrales en las finales europeas solían beneficiar a los clubes italianos y griegos, cuyas Federaciones aportaban más dinero para mantener a la FIBA, ahora la capacidad de maniobra, y con ella las injusticias, han saltado de las canchas a los despachos. Ya que el éxito de la Euroliga depende de la capacidad de vender la competición, se necesitan clubes atractivos, con historial, que atraigan al público. Así, se han vendido derechos para participar en períodos de tres años a 16 de los mayores clubes del ámbito europeo, entre ellos el Barcelona y el Real Madrid –pese a su mala clasificación en la ACB–. En cambio, otros clubes sólo tienen asegurada la participación por uno o dos años. La Euroliga, además, ha importado de la NBA técnicas de venta, por lo que el baloncesto parece condenado a la filosofía de que lo bueno es lo bonito, pero no siempre lo excelente. Es el precio de la profesionalización de las estructuras; ahora bien, los problemas internos del patrocinador principal de la Euroliga, Admira, que no ha tenido el éxito esperado en el negocio del pago por visión, pueden comprometer la participación de los grandes clubes, ya que no se podría ofrecer una cantidad conforme a sus pretensiones. Además, la FIBA ha presentado una nueva competición, la Champions Cup. Tal y como están las cosas, la guerra del baloncesto está dividiendo a los clubes, que buscan el beneficio económico, y debilitando a las dos partes en litigio. La guerra de desgaste terminará con la asfixia económica de la FIBA o la Euroliga, pero si no se alcanza un acuerdo, como querían los clubes y rechazan las Federaciones, cualquier intento de competición europea carecerá de legitimidad y de fuerza para competir con la NBA, muy reforzada por la incorporación de jugadores europeos.