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MUNDIAL DE COREA Y JAPÓN

España, más de lo mismo

Por Andreu RomeroTiempo de lectura2 min
Deportes22-06-2002

La historia de la selección española en los mundiales está llena de tópicos. El primero es que España llega con bastante facilidad a la fase final: no falta desde 1974. El segundo es que su tope está en cuartos de final, donde juega su mejor partido y dice adiós al campeonato. Los hombres de José Antonio Camacho interpretaron el papel como si fueran plenamente conscientes del peso de la historia.

Las dudas rodeaban a la selección antes del partido inaugural, sin un sistema de juego definido ni un once claro. Sin embargo, España respondió con una brillante primera fase en la que derrotaron a todos sus rivales. Además la victoria por 3-1 contra Eslovenia rompió una racha de 52 años sin ganar el primer partido. El juego de Javier de Pedro y el liderazgo de Raúl, además, le imprimieron carácter: la explosión de Morientes en el partido contra Paraguay, que España ganó por 3-1, condenó al ostracismo a Diego Tristán: volvía la maldición del 10 español. El combinado español mostraba gran personalidad, tanta que los suplentes se bastaron para ganar por 3-2 a Suráfrica. Eludida Alemania en octavos, Camacho volvió a confiar en los mismos jugadores. Raúl y Morientes en punta, De Pedro y Luis Enrique por las bandas, Valerón escoltado por Baraja en el medio campo, Hierro como líder de la defensa, junto con Helguera o Nadal, y Juanfran y Puyol en los laterales. Sin embargo, Casillas salvó a España en su peor partido, al detener una pena máxima durante el partido contra Irlanda y dos más en la tanda de penaltis. Corea del Sur esperaba en cuartos: la oportunidad era histórica para acceder a semifinales, después de la eliminación de favoritos como Francia y Argentina. Con Raúl lesionado, España jugó su mejor partido: Joaquín, titular por la banda derecha, fue la estrella de un equipo que tuvo a los coanfitriones contra las cuerdas, pero no remató la faena. Además, cuando marcó, el árbitro se encargó de hundir a España en el peso de su historia: llegó a cuartos, brilló y perdió. Ya no se podía hacer más, salvo venir a casa con la cabeza alta: España fue quinta, al igual que logró en 1934 en Italia. Éste es su mejor papel después de los tiempos de Telmo Zarra, en 1950, aunque supo a poco.