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EE.UU.

La CIA contradice a Bush y descarta a Irán como amenaza nuclear

Fotografía
Por Miguel MartorellTiempo de lectura4 min
Internacional09-12-2007

Las agencias de espionaje estadounidense aseguran que Teherán mantiene congelado su programa de construcción de armas nucleares desde 2003 en un informe que pone en evidencia los mensajes alarmistas de la Casa Blanca sobre el régimen ayatolá.

El último informe de los servicios secretos estadounidenses ha propinado un duro varapalo a la estrategia de la Administración de George W. Bush respecto a Teherán. Las conclusiones que en él se exponen sobre el desarrollo de armas nucleares por parte del régimen iraní no sólo ponen en duda las intenciones de “destrucción masiva” que la maquinaria diplomática de EE.UU. ha denunciado en reiteradas ocasiones, sino que además suponen un mazazo en la línea de flotación de la política que Washington ha mantenido hacia el Estado persa. El régimen de los ayatolás detuvo su programa de construcción de armas nucleares en 2003, el año en que Estados Unidos y sus aliados comenzaron la invasión de Iraq, y desde entonces continúa en suspenso. Esta es la principal conclusión de un informe que aúna la información recaudada por 16 agencias de espionaje norteamericanas, que hace tan sólo dos años afirmaban exactamente lo contrario. Entonces, los servicios de inteligencia aseguraban “con alta confianza” que Irán estaba desarrollando un programa de armas nucleares y que su presidente, Mahmud Ahmadineyad, estaba en la determinación de conseguirlas. Informes como esos fueron claves a la hora de justificar las sanciones que el Consejo de Seguridad, a instancias de EE.UU., impuso a Teherán. Ahora, en medio de un debate electoral en el que la opción de bombardear Irán aparece en todas las entrevistas a los candidatos a la Presidencia, el informe de los servicios de inteligencia estadounidenses supone un vuelco a tener en cuenta, tanto para las propias agencias de espionaje como para la Casa Blanca y sus pretendientes. “Una combinación de la presión internacional y las amenazas de intensificar el escrutinio y la oportunidad -percibida como creíble por los líderes iraníes- de mantener su seguridad, prestigio y liderazgo regional por otras vías podría provocar que Teherán decida extender el actual suspenso de su programa de armas nucleares”, señala el informe. No obstante, advierte de que Irán continúa desarrollando tecnología que podría desviarse en un momento dado para la construcción de armas nucleares. Un punto negro que ha servido a Washington para valorar en su última Estimación Nacional de Inteligencia que Teherán podría estar en posesión de un arma de este tipo “en algún momento entre 2010 y 2015”. La valoración de la OIEA El documento hecho público va en la misma línea que lo afirmado en los últimos meses por el presidente de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) Mohamed el Baradei, que, de hecho, ha mostrado su satisfacción por el informe de la inteligencia estadounidense. Hace unos meses, en agosto, la OIEA ya hablaba de “pasos adelante” en la postura iraní. El propio El Baradei resaltaba la “cooperación inusual” de las autoridades iraníes en los trabajos de los investigadores de la OIEA sobre su programa de enriquecimiento de uranio y se congratulaba del establecimiento de un calendario por parte de Teherán para “eliminar las ambigüedades” que pudiesen existir. Sin embargo, en un país como EE.UU., donde una mayoría de ciudadanos apoya sin reservas cualquier tipo de acción de su presidente si de por medio figuran las palabras “terrorismo” o “seguridad nacional”, el optimismo de la OIEA ha caído en saco roto. Es más, la estrategia de demonización llevada a cabo por la diplomacia y la clase política estadounidense ha calado demasiado hondo como para venirse abajo con un simple informe. La Administración Bush se ha encargado de acusar a Irán de financiar o armar a los “terroristas” de Hezbolá, Al Qaeda, a los talibán o a la insurgencia iraquí. Es la misma retórica vacía e incluso sin fundamentos que colaboró en la creación de un clima prebélico antes de la invasión de Iraq en marzo de 2003. Irán es un país chií que puede ser sospechoso de apoyar a Hezbolá -más controlado por Siria que por otro país de la región- o incluso de financiar a las milicias chiíes de Iraq, que son las mismas que llegan a acuerdos con EE.UU. para colaborar en la estabilización del país. Sin embargo, Al Qaeda y los talibán son suníes, pastunes mayoritariamente suníes en el segundo caso y wahabíes (fundamentalistas suníes) en el primero. Es decir, enemigos de los chiíes, como se ha visto en la guerra interreligiosa que ha vivido Iraq en los últimos tiempos debido al intercambio forzado de poder de suníes a chiíes que se realizó tras la invasión. La manipulación de esa realidad étnica y religiosa por parte de la Administración estadounidense y sus medios afines, sumada al desconocimiento popular en torno a Oriente Próximo y al Islam han sido poderosos aliados a la hora de crear una imagen sobre Irán que, según la OIEA y este último informe de los servicios secretos, puede no ser tan catastrófica o alarmante.