UNIÓN EUROPEA
La Unión Europea reafirma sus valores en su 50 cumpleaños
Por Salvador Martínez Más3 min
Internacional25-03-2007
Berlín, la capital del país que preside el Consejo de Europa, la institución de la UE que reúne a los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 países miembros, fue vestida de gala para la celebración europea. En la puerta de Puerta de Brandenburgo, por ejemplo, los transeúntes pudieron degustar platos típicos de los miembros de la UE, un detalle sintomático de las posibilidades del “nacionalismo europeo” que esconde la gastronomía de la Unión.
La celebración registrada el último día de la semana pasada fue más que una cita obligada con el tiempo. Los 50 años de la firma del Tratado de Roma se celebraron, de hecho, a la sombra de una asumida crisis institucional que la UE sufre desde que franceses y holandeses dijeron “no” a la reforma de las instituciones europeas que planteaba el Tratado Constitucional Europeo (TCE). La UE sigue rigiéndose bajo las reglas definidas por el Tratado de Niza, el texto de redacción previa al TCE o Constitución Europea que, suscrito en 2001, distribuye el peso político de cada Estado en el seno de un Consejo Europeo cuyo horizonte era en aquel momento estar compuesto por 27 países. Éste es el número de estados que componen la UE tras la entrada de Bulgaria y Rumanía a principios de este año, un hecho que hace de la redistribución equitativa de las fuerzas en la institución que reúne a jefes de Estado y de Gobierno una reforma más necesaria que nunca. De ahí que el último día de la semana pasada se afirmara el compromiso expreso de los 27 miembros de “mostrar cómo crear una UE revitalizada y efectiva antes de las próximas elecciones parlamentarias europeas”, según manifestó el día del aniversario europeo Angela Merkel, la canciller alemana, presidenta del Consejo Europeo y anfitriona de la Cumbre que marcó la actualidad de la Unión. La Declaración de Berlín La iniciativa de Merkel para relanzar las reformas institucionales que debe adoptar la UE es el compromiso que los 27 han llamado Declaración de Berlín, un texto a través del cual los países miembros califican Europa de “nuestro destino común”. El documento, firmado el último día de la semana pasada por la canciller alemana, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, y el de la Eurocámara, Hans-Gert Pöttering, no puede ser más claro. En unos 4.000 caracteres -algunos menos de los que presenta este artículo- se insiste en los aspectos fundamentales que los líderes políticos desean poner de relieve para dar credibilidad a una UE que tiene problemas para presentarse como un éxito. Según un sondeo publicado esta semana por Financial Times, el 44 por ciento de británicos, franceses, alemanes, italianos y españoles cree que su país está peor desde que accedió a la UE. En España, sólo el 19 por ciento de los ciudadanos identifica la democracia con Europa a pesar de que, para los españoles, el fin de una de las peores y más largas dictaduras europeas se identifica con una transición política hacia la democracia que va de la mano de las negociaciones para integrar el, por aquel entonces denominado, “mercado común”. Ante esta pérdida de los referentes sobre la UE que se deben a, como dijo Merkel al Bild Zeitung, que “Europa se está convirtiendo en algo normal”, la Declaración de Berlín se presenta como una “reinyección” de los valores europeos y de los éxitos más básicos de la integración europea. Por ello, en el texto se insiste en proclamar “la dignidad del individuo” así como “la inviolabilidad de sus derechos”, la lucha de la UE por la “paz y la libertad, por la democracia y el reino de la ley”, el enriquecimiento para los miembros que supone “la apertura de fronteras y la viva variedad de lenguas, culturas y regiones” que habitan la Unión, que el “modelo europeo combina el éxito económico y la responsabilidad social”, que el “mercado común fortalece” a los países miembros… en fin, que el sueño de la “unificación europea se ha convertido en una realidad”. Una realidad que recordaron, con mucha razón, los jefes de Estado y de Gobierno de los países miembros de la UE a sus 490 millones de europeos. En las últimas elecciones para la Eurocámara, la participación fue del 43,66 por ciento. Los partidos de extrema derecha, euroescépticos, obtuvieron un 6,3 por ciento de los votos escrutados y, en consecuencia, cuenta con 42 de los 732 eurodiputados del Parlamento Europeo.