EE.UU.
EE.UU. vuelve a mirar al sur del continente americano
George W. Bush, en su comparecencia con el presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez
Por Salvador Martínez Más3 min
Internacional11-03-2007
Según la Corporación Latinobarómetro, institución cuya sede se encuentra en Santiago de Chile y que está encargada de pulsar anualmente la opinión pública latinoamericana, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, es el político más valorado por centroamericanos y sudamericanos.
Precisamente con Lula da Silva se reunió George W. Bush en la primera gira internacional del presidente estadounidense en Sudamérica. Según el último informe de la corporación internacional basada en la capital chilena, fechado en diciembre de 2006, Lula da Silva es el político que mejor aprueba en materia de imagen de los ciudadanos del subcontinente americano, pues se le atribuye una nota de 5,8, un dato que difiere en 1,2 puntos respecto del 4,6 que los latinoamericanos dan a Bush. La visita que rindió el jefe de Estado estadounidense a su homólogo brasileño estuvo solamente vinculada de manera lateral a que Bush se hiciera la foto con un relativamente bien apreciado en América Latina Lula da Silva en caso de que el cliché signifique ganar las cuatro décimas que le faltan hasta llegar al cinco del Latinobarómetro. Sin duda, que Brasil sea la tercera economía del continente americano ha sido central a la hora de fijar en la agenda que la primera cita de la gira del presidente de EE.UU. fuese con Lula da Silva. Para el intelectual venezolano Fernando Báez, la gira que citó a Bush con los presidentes de Brasil, Uruguay, Colombia el pasado fin de semana y en la que todavía se verá con sus homólogos de Guatemala y México, pretende, ante todo, “crear una alianza que dé a Brasil, la décima economía mundial, una llave regional y un papel global”, según los términos que escribía en el número dominical de The New York Times este ensayista reconocido mundialmente pero persona non grata en EE.UU. tras la publicación de un best-seller mundial sobre los aspectos devastadores para el patrimonio cultural iraquí de la invasión estadounidense de hace cuatro años. En todo caso, lo menos que se puede apuntar es que, como ya señaló Moisés Naim antes de esa invasión en la revista que dirige, Foreign Policy, “el 11-S borró del mapa a Sudamérica” para unos políticos estadounidenses obcecados por el terrorismo islámico tras los atentados. Este fenómeno, sumado al alza de los precios del petróleo -60 dólares el barril según la cotización del pasado viernes- y otros hidrocarburos, como el gas, han dado alas a líderes políticos como Evo Morales, presidente boliviano desde principios de 2006, pero, sobre todo, al presidente venezolano, Hugo Chávez. Aunque son irredimibles antiamericanos ambos, -el eslogan de Morales era “¡Viva la coca!”, “¡Abajo los Yanquis!”-, es Hugo Chávez quien se ha erigido en un líder regional que se identifica con una izquierda de tono revolucionario que dista mucho de la que representan otros líderes de izquierda en Sudamérica como Lula da Silva, Michelle Bachelet y Néstor Kirchner, dos dirigentes que son, respectivamente presidentes de Chile y Argentina y lo suficientemente pragmáticos y progresistas como para poder verse cara a cara con el presidente de EE.UU. Sin embargo, el voluntarismo revolucionario de Chávez, quien llamó “cadáver político” a Bush en una macromanifestación antiimperialista en Buenos Aires mientras Lula da Silva y Bush firmaban un pacto por el desarrollo de las energías renovables, no es una mera postura. Mientras la política estadounidense encontraba un impasse en Iraq, Chávez ha construido un proyecto político revolucionario para la región que pretende poner en lo más alto de las agendas políticas de los países de América Latina: la energía y lo social. Se trata del ALBA, la Alternativa Bolivariana para América Latina y el Caribe.