AMÉRICA LATINA
La izquierda copa Latinoamérica

Leyenda: Amarillo, socialdemocracia; Rojo, revolucionarios; Azul, conservadores
Por J. F. Lamata Molina
3 min
Internacional11-03-2007
La aparición de un sentimiento de “populismo” en determinados países, al que no se ha sabido dar un nombre exacto, ha trastocado radicalmente la estabilidad parlamentaria de los países de Iberoamérica, hasta entonces dominados en las ideologías socialdemócratas y conservadoras.
Esta nueva ideología tiene tres claros síntomas: un talante revolucionario aún ligado al viejo comunismo, un nacionalismo exaltado que llama a las raíces indígenas frente a los descendientes de familias de antiguos colonizadores y, por encima de todo, un sentimiento de hostilidad hacia Estados Unidos, país al que, junto con los grandes pilares económicos, consideran una amenaza contra su autonomía (los mismos argumentos que, en una ideología radicalmente diferente, defendía el ayatolá Jomeini en Irán). Durante los últimos 50 años, la hegemonía estadounidense ha sido tema constante en Latinoamérica, que siempre ha sido escéptica con respecto a los gobernantes que coqueteaban con el marxismo y por lo tanto podían ser contagiados por el comunismo. Éste fue el caso del Joao Goulart en Brasil, el boliviano Juan José Torres y el chileno Salvador Allende, todos ellos derribados por golpes militares con el beneplácito de EE.UU. que, sin embargo, no pudieron impedir la implantación temporal del comunismo en Nicaragua, pese a financiar una guerrilla armada como fue La Contra. La caída del comunismo mundial y de la Guerra Fría en 1989 puso fin a las divisiones del continente, salvo en Cuba, donde permanecía aquel residuo de la vieja política. La reaparición de esta nueva forma de pensar llegó en 1998 de la mano del teniente coronel izquierdista Hugo Chávez, que tras arrasar en las elecciones presidenciales venezolanas anunció que “comenzaba una nueva batalla, la del siglo XXI” en alusión a la reconstrucción que planeaba iniciar. Los desaires de Chávez hacia la influyente Administración de Washington dejaron asombrados a todos los mandatarios que veían una actitud que superaba con creces los pequeños atrevimientos de Allende en Chile. Como pasara entonces, también hubo un intento de golpe de Estado contra Chávez, que rápidamente se apresuraron a celebrar George W. Bush y José María Aznar, pero que finalmente no sirvió más que para reforzar el poder de Chávez y usarlo como propaganda para advertir a sus vecinos de “la amenaza yanqui”. Esto, sumado a su clara inestabilidad parlamentaria, favoreció la victoria de Evo Morales en Bolivia, con un presidente al que no le importó en absoluto afirmar que “Cuba era un país de libertad”. La admiración de Chávez y Morales hacia el dictador cubano Fidel Castro viene propiciada por ser “el único” que ha podido resistir al imperialismo norteamericano. Los bolivarianos han sumado dos gobiernos más durante el año pasado: Daniel Ortega, de “revolver” en Nicaragua, y Rafael Correa, en Ecuador, que es el que más radical se ha mostrado, después de Chávez, con su “pulso” contra el Congreso, su única oposición para sus reformas constitucionales. Correa, además, ha suspendido a 57 diputados de la oposición al privares de su acta. Las relaciones de los bolivarianos antiimperialistas con la izquierda socialdemócrata son dispares. Algunos como el antiguo marxista Lula da Silva de Brasil no ocultan ciertas simpatías, pero quieren marcar claramente sus distancias; otros juegan a dos bandas como el argentino Néstor Kirchner; y otros se han enfrentado claramente con ellos como el peruano Alán García, al que Hugo Chávez llamó “ladrón” públicamente. Más difícil lo tienen los conservadores, cuyos mejores referentes siguen siendo el colombiano Álvaro Uribe y la eterna hegemonía del Partido Colorado (Republicano Nacional) en Paraguay.