BALONMANO
España: las conclusiones de una ¬odisea¬ en Alemania
Por Alejandro G. Nieto2 min
Deportes04-01-2007
España llegó al Mundial de Alemania como favorita y se marchó como la séptima del mundo, debordada por la impotencia y con un mar de dudas sobre su juego. Pese a las buenas vibraciones de las primeras fases, los de Juan Carlos Pastor nunca alcanzaron su mejor nivel y rindieron por debajo de lo esperado en múltiples facetas. No obstante, las señas de identidad del equipo –los conceptos claros, la unión y el espíritu de esfuerzo– siguen intactas, algo que, según el técnico, será esencial para superar el bache.
La selección española distó mucho de parecerse al equipo que encandiló con su juego en Túnez, dos años antes. Los hombres de Juan Carlos Pastor nunca fueron capaces de desarrollar el juego veloz, efectivo y plagado de recursos que le llevó a convertirse en campeón del mundo. Para empezar, la base de su solidez, la defensa, nunca llegó a funcionar a la perfección. Tan sólo en algunos momentos puntuales de las primeras fases, el sistema 5-1 fue eficaz, e incluso el 6-0, utilizado con escasa frecuencia, resultó más práctico. La renqueante defensa impidió que otra de las principales armas de la selección, el contraataque, tuviera la importancia de otras ocasiones. David Davis, Juanín García y el debutante Víctor Tomás brillaron en ese tipo de acciones, pero el número de contras fue muy inferior a lo habitual en los de Pastor. En ataque, la habitual facilidad para anotar de los españoles se redujo al poderío de Rolando Uríos en el pivote. El resto de las posiciones rindieron por debajo de lo esperado. Chema Rodríguez, el cerebro del equipo, desapareció en los momentos decisivos y ello repercutió en la claridad de ideas de España. Sin su director, los jugadores no circularon bien y las malas situaciones de tiro repercutieron en un lanzamiento exterior que, además, nunca estuvo a la altura de su calidad: Íker Romero y Alberto Entrerríos fallaron mucho más de lo normal, mientras Ion Beláustegui y Mateo Garralda apenas aparecieron. A todo eso se le unió que los porteros, en especial un David Barrufet entrado en años, se borraron en los instantes cruciales y su efectividad estuvo por debajo de sus números habituales. No obstante, España dejó evidencias de que su fracaso fue más bien fruto de un bache, que de un problema de estructura. La filosofía de juego –la velocidad, el trabajo defensivo y unos conceptos tácticos muy estudiados– sigue muy impregnada en el grupo. La unión y el compañerismo entre los jugadores es un valor prioritario y eso también se notó. La mano del entrenador es vital en ese sentido, pues sabe repartir los minutos para que todos se sientan importantes. La permisividad arbitral en todo el campeonato y los errores concretos de los colegiados en los cuartos de final podrían ser una excusa a la que aferrarse, pero Pastor es claro: "no podemos estar contentos ni con el resultado, ni con el juego, ni con el nivel exhibido, tan sólo puedo estar satisfecho por la unidad que siempre ha mostrado el equipo, en eso sí que me voy contento". En el Europeo, dentro de un año, tendrá la oportunidad de resarcirse.