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BALONCESTO

Curtis Borchardt, un ¬gigante¬ con rodillas de ¬cristal¬

Por Alejandro G. NietoTiempo de lectura3 min
Deportes14-01-2007

Curtis Borchardt vive atizado por las lesiones. Los problemas físicos han cortado su progresión en varias ocasiones y, ahora que todo le va bien, tanto él como el Granada rezan para alejar el infortunio. Las estadísticas le coronan como el mejor jugador de la ACB, aunque para llegar hasta donde está ha tenido que atravesar caminos pedregosos y vencer a la adversidad.

El pequeño Curtis pasó su infancia entre Buffalo y Seatle. Su padre era jugador de fútbol americano y se mudaban cada vez que cambiaba de equipo. Pese a la influencia de su padre, a Curtis lo que le atraía era el fútbol europeo, el soccer. Empezó a practicarlo, pero cuando se trasladaron a Seattle tuvo que dejarlo porque allí no había equipo. Así fue como empezó a jugar a baloncesto. Era alto y ello le benefició. Aunque ya desde entonces sufría frecuentes lesiones. En una ocasión se rompió el brazo derecho, tuvo que aprender a tirar con la izquierda y todavía la usa con eficacia. Tras destacar en el colegio de Redmond (Washington) se fue a la Universidad de Stanford. Allí dio las mejores muestras de su potencial: promedió dobles figuras (16,9 puntos y 11,4 rebotes) y se convirtió en el segundo máximo taponador de la historia. Junto al ex del Baskonia Casey Jacobsen, situó a Stanford entre los mejores de la Conferencia Pacífico y se ganó una mención especial de toda la prensa americana. Aún así, los problemas físicos tampoco le abandonaron y tuvo que perderse muchos partidos. En Stanford conoció a su mujer, Susan, también jugadora de baloncesto, que llegó a participar en la WNBA, en los Minnesota Linx. Estudió historia, pero tuvo que dejar la carrera en el último año: le habían seleccionado en el draft de la NBA. En 2002, los Orlando Magic escogieron a Curtis Borchardt en el puesto 18. Utah Jazz se hizo con sus derechos y Curtis se fue a las montañas a intentar triunfar junto a Andrei Kirilenko y Raúl López. Sin embargo, las lesiones aparecieron con más fuerza. Curtis se perdió toda la temporada por un problema en la rodilla. La siguiente campaña se rompió un dedo y, entre operaciones y rehabilitación, sólo pudo disputar 16 partidos. En su tercer año tuvo más continuidad, pero las rodillas ya empezaban a fallarle y nunca llegó a demostrar toda su calidad. Probó, sin fortuna, en Boston y en diciembre de 2005 se fue a Granada. Llegó a Europa para intentar recuperar las buenas sensaciones en una cancha y lo consiguió. Aunque para ello tuvo que recibir un trato especial. Curtis sólo puede entrenar la mitad que sus compañeros para no forzar las rodillas. Se ejercita un día y el siguiente se recupera. Todo para llegar en condiciones al fin de semana. Curtis se ha destapado como un pívot habilidoso y letal en ataque, con un buen olfato para el rebote y una gran capacidad de intimidación en defensa. Además, presume de buen tiro exterior, aunque en España todavía no ha explotado del todo esa faceta. El jugar sólo un partido por semana le ha ayudado a recuperar su juego y convertirse en el mejor jugador de la ACB. Si la pasada temporada ya logró en varias ocasiones el galardón de MVP de la jornada, en ésta lleva cuatro. Además, es el jugador más valorado y lidera las estadísticas de rebotes, faltas recibidas, tiros libres anotados y dobles-dobles conseguidos. Los grandes de Europa ya han puesto los ojos en él, aunque la fragilidad de sus rodillas convierte su fichaje en un riesgo que la mayoría no están dispuestos a correr. Mientras llega ese hipotético traspaso, Curtis ha encontrado en Granada y en España un lugar donde volver a disfrutar del baloncesto y también de ese deporte que tanto le apasionaba de pequeño: el fútbol.