IRAQ
Sadam Husein: 24 años de purgas, guerras y relaciones con Occidente
Por Luis Miguel L. Farraces
4 min
Internacional31-12-2006
El recientemente ejecutado ex dictador iraquí Sadam Husein ha sido considerado en su país héroe y villano en los últimos tiempos casi a partes iguales. Su fama comenzó a forjarse tras varios golpes de estado y atentados contra el poder vigente. Tras su proclamación como presidente de Iraq en 1979, el destino del país se ligó a él durante 24 años de guerras, purgas internas y amores y desamores con Occidente.
Sadam Husein nació en 1937 en Al Awja, un pequeño pueblo iraquí bañado por el río Tigris. La situación en el hogar del ex dictador iraquí fue difícil desde prácticamente el nacimiento de éste. Con su padre muerto cuando Sadam apenas contaba unos meses, su madre rehizo su vida con otro hombre, el cual al parecer maltrataba a su hijastro con asiduidad. Con este escenario Sadam se trasladó a Bagdad aun siendo un niño acompañado de su tío materno. En la capital del país pronto ingresaría en el recién fundado Partido Baaz, afín con sus ideas de rechazo al colonialismo de la Corona Británica y cercanas al laicismo y al ultranacionalismo. Sadam fue escalando peldaños dentro del Baazismo iraquí hasta que el 7 de octubre de 1959 formara parte del grupo de 10 disidentes que intentaron asesinar, sin éxito, al primer ministro Andel Karim Kassem, impulsor de la primera República iraquí después de asesinar a la familia real un año antes. El fracaso del operativo le costó a Sadam una condena muerte, a la cual pudo burlar gracias a su exilio en Siria y Egipto. Durante sus años de exilio, el joven baazista se licenció en Derecho. El ascenso tras el exilio Sadam pudo retornar de Egipto en 1963, tras el golpe de Estado de sus compañeros de partido en Bagdad. El levantamiento militar consiguió poner punto y final al régimen de Kassem ejecutando al mismo y sustituyendo su gabinete por el Consejo de Mando Revolucionario. Pero, lejos de conseguir estabilidad en el seno del nuevo organismo el ex dictador iraquí, en el marco de una fraticida lucha por el poder entre las distintas facciones baazistas, fue arrestado en numerosas ocasiones. Sin embargo, sus continuas fugas de prisión y el creciente número de milicias bajo su mando acabarían por forjar la leyenda de Sadam. Así, y tras un golpe de Estado en el que sus hombres tuvieron una actuación providencial, Sadam abandonó la prisión definitivamente y comenzaría a ascender de manera imparable en la jerarquía baazista hasta convertirse en jefe de la Policía secreta primero, vicepresidente en funciones después y finalmente presidente en el año 1979 tras la renuncia de Ahmed Hassan al-Bakr, su predecesor. Su ascenso estuvo ligado a su condición de jefe policial, desde donde organizó asesinatos selectivos contra sus rivales políticos. Sadam en el poder: guerras y represión Al año siguiente de ser investido presidente y convertirse en dictador del país, sus ambiciones geopolíticas y una creciente pugna por los beneficios de los pozos petrolíferos fronterizos le llevó a una guerra contra el vecino Irán que duraría desde 1980 hasta 1988. El conflicto dejó tras de sí más de un millón de muertos y un balance algo incierto, ya que es prácticamente imposible establecer un ganador de la contienda. Lo que sí quedó demostrado es que los intereses económicos de potencias como Francia y Estados Unidos hicieron que ambas naciones apoyaran al dictador en la guerra y mirasen hacia otro lado ante una cruda guerra y sin hacer nada por detener las purgas internas del dictador. Un apoyo que se detendría en 1991 no porque Washington se diese cuenta de la necesidad de llevar los derechos humanos al país árabe, sino porque el punto de mira de Sadam se había detenido en el pequeño país de Kuwait. Kuwait y el ocaso del dictador Con el apoyo occidental que contaba, Sadam pensó que al invadir Kuwait ninguna nación pondría trabas a su anexión. Una anexión que conllevaría múltiples beneficios económicos dada la riqueza petrolífera del territorio. Pero precisamente este hecho, unido a los acuerdos comerciales con el pequeño país vecino con Estados Unidos y otras potencias europeas traería consigo la Primera Guerra del Golfo. El resultado de la breve contienda acabó con la presencia iraquí en Kuwait y con un embargo al régimen de Sadam. Pese a la derrota, el ex dictador iraquí continuó en su puesto hasta 2003, tras la invasión del país por parte de la Coalición en una misión llevada a cabo por la alerta divulgada por Estados Unidos, Reino Unido y España de la tenencia de armas de destrucción masiva por parte del ex dictador. Unas acusaciones que, tras la Segunda Guerra del Golfo, se demostraron como absolutamente falsas. Durante los 90, Sadam continuó sus purgas internas contra la minoría nacionalista kurda y contra la mayoría religiosa chií, tradicionalmente ligada a Irán. Tras el derrocamiento del régimen de Sadam Husein el ex dictador se mantuvo oculto durante algo menos de un año, hasta que las tropas de la Coalición le hallaran en Tikrit. Entonces se vio obligado a rendir cuentas a la Justicia por el asesinato de numerosos civiles en Dujail durante los años 80 en una de sus purgas, una acusación por la que fue condenado a la horca el pasado noviembre.