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IRAQ

Sadam Husein, ejecutado

Fotografía
Por Miguel MartorellTiempo de lectura4 min
Internacional30-12-2006

El ex dictador Sadam Husein se acercó, poco antes de las 6:00 horas del pasado sábado, en el primer día de la fiesta musulmana Eid al Adha, al patíbulo tranquilo, charlando con sus verdugos. Minutos después, sus piernas colgaban sobre la trampilla abierta de la horca y cientos de chiíes en Iraq celebraban su ejecución disparando al aire y bailando por las calles. Entre los suníes, silencio y una sed de venganza entre los más acérrimos al régimen que provocó al menos 70 muertos en una cadena de atentados.

La televisión pública iraquí suministró con cuentagotas breves imágenes del ahorcamiento de Sadam Husein: su llegada al patíbulo, su conversación con los verdugos y su cadáver. Las autoridades iraquíes habían priorizado el mantener la seguridad en el país, de ahí la incertidumbre sobre cuándo iba a ser ajusticiado el ex dictador. De hecho, se llego a barajar la posibilidad de ejecutar a Husein en secreto y retrasar la comunicación oficial de su ahorcamiento para prevenir atentados por parte de los suníes baazistas. Finalmente, a primerísima hora de la mañana, el ex dictador acudía hasta el patíbulo con estoicismo, charlando con los encargados de colocarle la soga y soltar la trampilla. Husein rechazó la capucha y fue ahorcado; breve y sin solemnidad. Los familiares del ex dictador se mostraron orgullosos de cómo afrontó su muerte. “No, no temía a la muerte. Cuando se acercó al lugar donde está la horca me miró y me pidió que no tuviera miedo”, explicó el consejero de Seguridad Nacional, Muafaq al Rubai, a la televisión estatal Al Iraquiya. La única petición de Husein fue que su copia del Corán “fuera entregada a un hombre llamado Bandar”, añadió. El viceministro de Exteriores, Labeed Abbawi, presente en la ejecución, señaló que, tras rechazar que le cubrieran la cabeza, Husein “tenía en la mano un Corán, leyó las frases de la profesión musulmana –“No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”- y fue ejecutado. Fiesta y luto Al hacerse público el ahorcamiento de Husein, cientos de chiíes, la comunidad musulmana mayoritaria en Iraq, marginada con Sadam, salieron a la calle a celebrarlo con cánticos, bailes y disparos al aire. En previsión de las reacciones violentas de la comunidad suní, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, hizo un llamamiento al pueblo, pero, especialmente, a los baazistas más acérrimos al régimen. “Insto a los simpatizantes del antiguo régimen a revisar su postura, ya que la puerta sigue abierta para todos aquellos cuyas manos no estén manchadas de sangre inocente, para que ayuden a reconstruir un Iraq para todos los iraquíes”, afirmó el jefe del Ejecutivo iraquí en un comunicado. “Hoy es un día nuevo en un nuevo Iraq. Es gran día en la historia de nuestro país. Sadam se ha ido y todos los iraquíes deben mirar al futuro”, añadió por su parte el consejero de Seguridad Nacional, al tiempo que pedía a todo el pueblo “sean suníes, chiíes o kurdos” a unirse y “olvidar sus divergencias”. Los llamamientos a la unidad nacional y el toque de queda impuesto por las autoridades en Tikrit, ciudad natal de Husein, y las localidades cercanas fueron en vano. La venganza de los suníes radicales no tardó en llegar y se saldó con decenas de muertos en una cadena de atentados en Bagdad. Mientras la mayoría de suníes guardaba luto por la muerte de un dictador que benefició a su comunidad religiosa, minoritaria en Iraq, los baazistas causaban al menos 70 muertos y cientos de heridos en Hurriya y Kufa, dos zonas de la capital mayoritariamente chiíes. Los lamentos en las mezquitas al grito de “Allahu Akbar” (Alá es grande) se mezclaron con el ruido de los coches bomba en Bagdad. Entierro en secreto Igual que en el país mesopotámico, las reacciones políticas a la ejecución de Sadam Husein en Estados Unidos fueron de alegría. El presidente estadounidense, George W. Bush, llegó a asegurar que el ahorcamiento del ex dictador supone un “hito importante en el rumbo seguido por Iraq para convertirse en una democracia”. En el resto de la Comunidad Internacional, las reacciones fueron divergentes, aunque siempre más moderadas y con el rechazo a la pena de muerte como común denominador. Esto fue así especialmente en la UE, donde los gobiernos mostraron su respeto por el proceso judicial, pero subrayaron su negativa a la pena de muerte. Mientras, el entierro del ex dictador tuvo lugar en secreto, antes de la puesta de sol, en su aldea natal de Auya, cerca de Tikrit. Su cadáver fue trasladado en un helicóptero militar de noche y los ancianos de su tribu recibieron su cuerpo con solemnidad. El propio gobernador de la provincia, Hamed al Chakti, acudió a recoger el cuerpo a Bagdad. Sadam Husein fue enterrado en una parcela familiar junto a Uday y Qusay, sus dos hijos, abatidos por el Ejército estadounidense en 2003. Al parecer, la familia se encontró con la oposición de las autoridades al querer enterrarlo en Ramadi, bastión de la resistencia suní en Iraq. Según Mousa Faraj, un familiar del ex dictador, éste fue enterrado en un “edificio construido durante su mandato, en el centro de Auya y en medio de estrictas medidas de seguridad y en presencia de “pocas personas”.