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SIN ESPINAS

Laico, no laicista

Fotografía
Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión17-12-2006

El laicismo se define como la doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa. Quienes confiesan esta doctrina, por desgracia cada día más personas en España, entienden que sólo es posible defender esa independencia cercando hasta la marginalidad la religión cristiana y utilizando a las demás confesiones para ahogarla. Esta semana hemos sabido que la directora de un Instituto de Málaga tiró a la basura un Belén hecho por los alumnos. La profesora de Religión que había propuesto como trabajo de la asignatura el montaje del nacimiento, al día siguiente, se encontró el Belén desmontado, en unas bolsas de basura y con algunas piezas deterioradas. La directora ha aducido que se trata de una «escuela pública de un país laico y no están permitidos los símbolos religiosos» y que «este tipo de actividades no pueden tolerarse en un centro público donde conviven alumnos de diferentes religiones que podrían sentirse ofendidos». Resulta que la directora laicista se erige en juez de lo que es tolerable o no en un centro público. Por lo que decide que sólo es tolerable la inexistencia de cualquier tipo de símbolo religioso. Es decir, que según ella, la libertad religiosa en un país laico consiste en no dar señal pública alguna que pueda identificarte con la confesión a la que perteneces. Y considera que cualquier acción que no vaya en ese sentido puede ofender a otras confesiones. Efectivamente, ella, integrista de la confesión laicista es la única que se siente ofendida, pues objetivamente un trabajo manual de unos chicos que represente un nacimiento es escandaloso y altera peligrosamente la convivencia y el orden público. Esta directora como muchas otras personas han confundido lo que es un estado laico, es decir, un estado que no confiesa ninguna religión, con un estado laicista, que es aquel que confiesa la doctrina del anticlericalismo y la destrucción de la religión. Espero que dentro de unos años cuando el profesor de Educación para la Ciudadanía les mandé a sus alumnos representar el día de la Constitución de la II República, ninguno de los directores de institutos españoles rompa una manualidad de semejante trascendencia histórica.