TOROS
Joselito y Morante brindan un lleno en Madrid a Paula
Por Almudena Hernández2 min
Espectáculos02-04-2006
Sin capote de paseo ni traje de luces, de corto y con el rostro más relajado de lo habitual emprendieron el paseíllo los toreros. El cartel de "No hay billetes" anunciaba en taquillas la expectación de la tarde. Hubo lleno en la monumental de Las Ventas para ver el mano a mano entre José Miguel Arroyo Joselito y José Antonio Morante de la Puebla.
La excusa: un festival homenaje al diestro retirado Rafael de Paula, al que la catedral venteña perdonó sus malas tardes, su irregularidad y sus rarezas para acogerle con una larga ovación. Pero un derbi se disputaba entre quienes hicieron el paseíllo, dos toreros más jóvenes: uno de Madrid; el otro de Sevilla; que viene a ser el Barcelona taurino. De ahí que gran parte de los tendidos estuviera ocupado por los del AVE. Como el Fénix apareció el veterano de los dos josés, que anduvo relajado y sonriente casi toda la tarde. Sí, señores, el hombre triste y malhumorado del que se quejaron los revisteros sonrió, fue caballero, discípulo y sobre todo, torero. Alguna voz inoportuna -por el momento en que surgió- le pidió que volviera; otros, inoportunos también, le exigían que se arrimara. Pero José, simplemente, continuó bajando la mano. Lo hizo siempre que la falta de fuerzas de los astados se lo permitieron; como también intentó los quites, para improvisar muletazos con el capote. Hasta una larga ejecutó el madrileño, lejos de su ortodoxia habitual. Alguien pensó decirle mientras toreaba: "¡Que vuelva Lentejita!", en alusión al nombre con el que primero se anunció en sus años de becerrista. Tampoco le sirvieron los cornúpetas a Morante para expresar todo ese duende de torero andaluz que lleva dentro. Peor suerte tuvo el de Sevilla en el sorteo. Así ocurrió que cada vez que tenía una pequeña oportunidad, el más joven de los josés se mostraba exagerado en la pose, aunque hondo en el toreo. Al liquidar a su último oponente, recogió los bártulos y aguardó junto a Joselito para acompañar a Rafael de Paula. Los tres comenzaron un paseíllo deshecho, rumbo al patio de caballos, en medio de una gran ovación. Lo de menos, quizás, sean las orejas -ninguno tocó pelo-; ni el juego de los animales; ni el lleno. Lo que quizás más importe es que la afición se refuerza en la masa en tardes de empate en el marcador como ésta: 1 de abril de 2006.