TENIS
Amélie Mauresmo: la culminación de un largo camino
Por Roberto J. Madrigal4 min
Deportes28-01-2006
Desde que en 1999 perdió contra la suiza Martina Hingis –una de las sensaciones del Abierto de Australia en su vuelta al circuito, después de tres temporadas–, Amélie Mauresmo nunca había llegado a la final de un grande. La carrera por el número uno del circuito WTA se aviva, con cinco jugadoras –Kim Clijsters, Mauresmo, Lindsay Davenport, Maria Sharapova y Justine Henin– que optan a conseguirlo.
Amélie Mauresmo decidió ser tenista con cuatro años, después de ver con sus padres la final de Roland Garros que Yannick Noah ganó, en 1983, al sueco Mats Wilander. En 1999 alcanzó la final de Melbourne e irrumpió en el top ten del circuito, pero perdió contra Martina Hingis. No fue una derrota más, pero marcó sus siguientes años. Aunque ganó 18 torneos, los grandes se le atragantaban y tuvo que disputar 32 antes de poder ganar uno. Alcanzó cuatro veces las semifinales y en otras nueve los cuartos de final, siempre con derrota cuando empezaba el torneo de verdad, después de unas primeras rondas en que las mejores jugadoras casi se paseaban. Mauresmo lo intentó todo, cuatro cambios de entrenadores e incluso un sicólogo para aprender a manejar la presión antes de 2002. El año siguiente, pese a liderar durante cinco semanas la clasificación del circuito WTA, volvió a perder su segunda final importante, el Masters, contra Kim Clijsters. Las lesiones –de rodilla y espalda– y la presión del público francés no le ayudaron, y su vida personal tampoco fue nada sencilla. En 1999 habló por primera vez de su homosexualidad e hizo pública su relación con Sylvie Bourdon, dueña de un restaurante en Saint-Tropez. Los rumores se frenaron y la tenista pudo continuar su trabajo sin tener que esconderse. También se ganó las críticas de jugadoras como Hingis y Lindsay Davenport, que por su musculatura afirmaron que jugar contra ella era como hacerlo contra un hombre. Ambas se disculparon, y Mauresmo ganó más respeto. Pero su familia no aceptó a Bourdon y dejó de visitar a sus padres. Aunque la situación se normalizó una vez que rompió con Bourdon, su padre, Francis, murió de cáncer en 2004. Por unos motivos u otros, su progresión no acababa de culminar. Lo consiguió a finales de 2005, en el que jugó un extraordinario Masters, que supuso su primer gran título tras imponerse a Clijsters, Elena Dementieva, Maria Sharapova y Mary Pierce, amiga y compañera de fatigas en la Copa Federación. La victoria, sobre todo, le quitó un peso de encima y le permitió afrontar la temporada con una nueva mentalidad. Esa espera, ese esfuerzo –pese a las lesiones de algunas rivales–, la llenaron de alegría. Luego, con una amplísima sonrisa, Mauresmo se fue a un restaurante francés a celebrarlo con una botella de vino de Burdeos que guardaba para una ocasión que se había hecho esperar. Circuito WTA El Abierto de Australia evidenció, además, la igualdad que impera en el panorama femenino, sin una dominadora clara. Más allá de las lesiones de Clijsters –pese a no ganar, la belga hereda el número uno– y Henin en las dos últimas rondas, Mauresmo no se había mostrado tan superior como sus problemas físicos en la final, Henin –que fue la verdugo en octavos de final de la española Vivi Ruano– también había dado muestras de merecer su quinto título de Grand Slam. La belga dejó en evidencia que a Sharapova le falta un punto de ambición para repetir el título que consiguió en Wimbledon. Desde entonces, hasta en cuatro ocasiones, la rusa se ha quedado a las puertas del éxito. También, pese a su regularidad, se prolongó la sequía de Lindsay Davenport, la estadounidense, a punto de cumplir 30 años, sigue sin alzarse con uno de los cuatro grandes desde el inicio del año 2000. Hingis volvió con fuerza al torneo en el que consiguió sus mejores éxitos: tres victorias consecutivas y tres finales más entre 1997 y 2002. Aunque cayó en la ronda de cuartos y aún le falta consistencia y fondo físico para aguantar el ritmo de los partidos largos, la suiza –de 25 años– dejó detalles de que tiene condiciones para volver entre las mejores. Todo lo contrario que Venus y Serena Williams, alejadas de su mejor estado físico y que, sin destacar por la técnica en su juego, son una sombra de dos jugadoras que atesoran en sus vitrinas nada menos que 12 grandes.