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APUNTES DE BANQUILLO

Nacionalizarse ‘a la carta’

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes28-03-2000

Tras los escándalos de hace algunas temporadas con los pasaportes falsos de numerosos jugadores de origen suramericano –al amparo de la ley Bosman, que reconoce el derecho a la libre circulación de los trabajadores comunitarios también en el deporte–, la FIFA ha tenido que volver a hilar fino para evitar que, como dice el refrán, volviese a suceder que hecha la ley, hecha la trampa. La alerta, en esta ocasión, ha saltado con la intención de la Federación de Qatar de comprar a los brasileños Aílton, Dedé y Leandro –que militan en la Liga alemana– para conseguir la clasificación para el Mundial de 2006, que se disputará en Alemania. El recurso, con todo, era de escrupulosa legalidad: el Reglamento permite a los jugadores que nunca han disputado un partido con la selección de su país adquirir otra nacionalidad y jugar partidos para su nueva selección. Hasta ahora, se habían acogido a esta posibilidad jugadores de doble nacionalidad, como el jugador del Espanyol Jordi Cruyff –que prefirió jugar con Holanda– y el delantero del Racing de Santander Rodolfo Bodipo –quien disputó la pasada Copa de África con el equipo de Guinea Ecuatorial–. Como en tantos casos, la tentación es usar la ley sin contar con la ética: si un país rico puede nacionalizar por dinero a jugadores, está adulterando –indirectamente– una competición por cuanto puede haber otras federaciones que no tengan esa posibilidad, o que sencillamente, quieran conseguir unos objetivos deportivos con sus propios medios. De este modo, la rectificación de los estatutos de la FIFA, que se prevé aprobar en mayo, con motivo del Congreso ordinario de París, es una medida sabia. La obligación de tener antecedentes familiares –ya sean padres o abuelos–, o bien de residir durante dos años consecutivos en el país del que se desee nacionalizar el/al jugador no impide las nacionalizaciones, pero sí previene, al menos de momento, posibles excesos. Aun así, la última palabra la tendrá el interesado, siempre que esté dispuesto a pasarse esas dos temporadas jugando a un nivel más pobre que en las Ligas europeas. Lo cual quiere decir que si Qatar –u otro país– lo desea, aún puede llevar adelante sus planes: quizá con el tiempo demasiado justo para llegar a Alemania, pero si se hace con más antelación, es más que posible que se den casos para los siguientes Mundiales. Después de todo, también es una oportunidad para los jugadores que –como ocurre con Brasil– no tienen cabida en una sola selección, que por definición, tiene un cupo limitado de plazas. La otra posibilidad, a priori interesante para algunos seleccionadores y para muchos jugadores, saturados de partidos, es proponer dos equipos diferentes para repartirse las competiciones. Será cuestión de promover la posibilidad, aunque por los intereses comerciales, que reclaman a las vedettes del espectáculo, será complicado.

Fotografía de Roberto J. Madrigal