ANÁLISIS DE LA SEMANA
Astronauta
Por Almudena Hernández1 min
Sociedad26-10-2003
Seguro que desde el cielo el mundo es pequeñito, como un juguete de cristal, envuelto en algodones. Seguro que desde allá, quizás desde el más allá que tanto se predica, no se ven los problemas que tienen los miles de millones de infelices que lo habitan. Por ahí arriba debe importar más que el polvo solar no estropee las comunicaciones más que otro polvo se cargue la vida de muchos hombres. Y con ellos, la vida de muchas familias. Y muchas ilusiones, y muchas ganas de vivir, y muchas ganas de soñar, quizás, con ser astronauta. Seguro que desde la inmensidad de lo alto, el mundo es un guisante azul. Pero el hombre que juega a volar tan alto seguro que no puede disfrutar de la hierba que nace con las primeras lluvias del otoño, o los atardeceres sobre ese mar que sirve de tumba a otros muchos infelices. Infelices que soñaron que un día podrían dejar de soñar si se arriesgaban. Desde su cielo veían Europa como el destino cuyo pasaporte valía el precio de su vida. Muchos la perdieron. Otros tratan de luchar contra ella sin enfrentarse a ella. Sin afrontarla. Con evasiones. Con la triste evasión de lo fácil, de lo moderno, del placer por sí mismo, de la irracionalidad casi animal. Y tropiezan. Y caen. Y, si no es por una mano solidaria, se hunden. Y con ellos se hunde su vida. La de su familia. Y muchas ilusiones, y muchas ganas de vivir, y muchas ganas de soñar, quizás, con ser astronauta y subir ahí arriba para probar un medicamento contra la infelicidad.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo