EL REDCUADRO
La muerte no es el final
Por Antonio Burgos2 min
Opinión01-06-2003
Los españoles somos bastante raritos. La Marcha Real, a la que en esta Monarquía sin liturgia llaman Himno Nacional, no tiene letra. Si los ingleses se emocionan cantando al desear unidos la salvación de la Reina y los americanos la confianza en Dios, el himno de esta nación iletrada no tiene letra. Tiene, en el mejor de los casos, tarareo. Lo vemos en cada solemne partido internacional de fútbol que juega España. Empieza, y está allí formada la selección contrincante. Todos los jugadores, en posición de firmes, algunos con la mano en el pecho, cantan su himno. Unas palmitas de cortesía y suena por los altavoces la Marcha Real. Y como algo hay que cantar, el graderío se pone a tararearla. Tantas ansias de letra para el himno hay, que hasta existen versiones. No me refiero a la letra que le puso Marquina o a la de Pemán, sino a que en unos campos se tararea con "chunda, chunda" y en otros como "nero, nero". Por eso nos emociona más "La muerte no es el final". Por fin una letra patriótica que nos une cantando, en esta nación de solistas. Esta canción funeral le da solemnidad de memorial al toque de oración. En la liturgia castrense, el toque de oración apenas emocionaba hasta que se impuso "La muerte no es el final". Aquel toque de ordenanza sonaba, todo lo más, a su chunga letra cuartelera de la hora de apuntarse a reconocimiento: "Qué malito estás..." Hasta que en 1984, según me he enterado por el programa de Manuel Antonio Rico, al teniente Muriel, en triste ocasión, se le ocurrió enterrar a un soldado de su compañía con esta canción de Cesáreo Gabaraín, que el general Urrutia pasó a todas las capitanías generales y se convirtió en bastante más que un Réquiem de Mozart por lo patriótico, adaptada por Tomás Asiain. Es una pena que para que se oiga a la Patria sin que nadie se avergüence tengamos que enterrar a un militar, héroe de la paz o asesinado por la ETA. La muerte de los 62 héroes de Turquía no es el final. Es el principio de una sociedad que oyendo "La muerte no es final" ha acallado la fanfarria de los antimilitaristas y exige mayores dotaciones presupuestarias para la dignidad de la Defensa de la Patria: sí, he dicho Patria, ¿pasa algo? "La muerte no es el final" ha sido el principio de ese patriotismo constitucional que nos explicaban y que ahora hemos visto en dolor y muerte, en lágrimas de la Reina y nudo en la garganta del Rey. Esperemos que cuando algunos vean la enseña nacional ondeando Constitución se acuerden de estas sesenta y dos banderas de España sobre los ataúdes de Torrejón.
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Antonio Burgos
Columnista del diario ABC
Andaluz, sevillano y del Betis
** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor