ANÁLISIS DE LA SEMANA
Sed de verdad, sed de compromiso
Por Amalia Casado
3 min
España30-03-2003
A pesar de los datos de la encuesta del CIS –casi el 91 por ciento de los españoles rechaza la intervención militar en Irak- si se pudiera tocar con la mano el corazón de cada encuestado, seguramente se palparía un temblor, una inseguridad de fondo, una falta de convicción profunda sobre cuál será la postura verdaderamente correcta. Los acontecimientos han llevado a que este momento histórico parezca –y quizá sea- una de esas situaciones que se llaman límite, un instante en el tiempo de la vida en que parece que algo importante está sucediendo que uno no puede perderse, que no puede pasar por encima sin implicarse. Es verdad que se ha trazado una línea -invisible, imaginaria, mutiladora- que separa dos campos, opuestos e irreconciliables. Todo el mundo se siente obligado a tomar postura, y quizás haya que hacerlo, esquivando además cualquier tentación maniquea. Es verdad que es muy peligrosa la división que se está generando, un encontronazo social doloroso, terrible y que dejará heridas. El cuerpo social se desgaja, se desmembra. ¿En cuál de los campos está la verdad? Es bonita la lucha por un ideal. Es necesaria. Es existencialmente necesaria. En una sociedad falta de grandes ideales, que ha perdido la confianza en la verdad, la intervención militar, bélica y violenta en Irak se ha planteado ¿espontáneamente? como un dilema detrás del cuál se descubre esa ansiedad, esa sed de ideales y de verdad por los que dejarse la piel y la vida. Los que vivieron épocas de movilizaciones han encontrado la oportunidad de volver a editar episodios de compromiso que un día protagonizaron a favor de unos ideales en los que creyeron. Los jóvenes, hambrientos de ideales que defender con su gaseosa y desbordante fuerza natural, han encontrado esa oportunidad para echarse a la calle y gritar desde lo profundo de sus corazones románticos. Es natural, y era de esperar que sucediera algo así. “Dame un punto fijo y moveré el mundo”, dijo Arquímedes. Sed de altos y nobles ideales. No hay tesoro sin barro ni oro sin polvo. Lástima. Lástima que desde el principio falten profundidad y verdadera reflexión. En conciencia, tanto para defender como para apoyar esta guerra falta información con que apostar por unos u otros argumentos. Muchos, ni si quiera tienen argumentos: es la fuerza –y el peligro- de los grandes ideales: para que no abrasen hay que abrazarlos con razones de por medio. Lástima que la forma de expresar la indignación sea la violencia –120 sedes del PP agredidas- y no el arte sublimador. Pero de lo que hay en el corazón habla la boca y así se retratan los pueblos. Las banderas políticas y sus intereses ocultos se infiltran entre la multitud, intentando aprovechar la coyuntura para convocar elecciones anticipadas, para ir minando el liderazgo de un partido, para ensuciar con pinceladas de sombra los éxitos en otros campos como el terrorismo de ETA, para avanzar en batallas particulares e independentistas cuando la atención se concentra en otros asuntos, como los catalanistas. En muchas partes del mundo se habla de lo mismo: se habla de la guerra. Y debería hablarse más. Y mejor: cientos, miles de grupos de jóvenes y mayores reflexionando sobre las cosas importantes de la vida, sacando conclusiones para ahondar en tantos y tantos misterios, despertando al gran descubrimiento de que en el hombre es constitutiva la búsqueda de la verdad y el compromiso con un ideal. A ser posible, bueno.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo