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ANÁLISIS DE LA SEMANA

Ratoneras

Fotografía

Por Gema DiegoTiempo de lectura2 min
Economía30-03-2003

Atrapar a un ratón es bien sencillo: se compra uno de esos artilugios con muelles que aplastan a toda pequeña bestiecilla que se acerque a husmear, se coloca en él un trocito de queso o de cualquier otro tipo de cebo, y la propia gula del ratón se encargará de conducirlo hasta la trampa. También los hombres tienen sus propias ratoneras. Son artefactos tan grandes como países, o como empresas, o incluso tanto como el mundo. Y en ellos no se coloca un trozo de queso, sino una gran cantidad de dinero que sea capaz de despertar la codicia, porque el hombre no se acerca a una ratonera por gula, sino por el deseo de conseguir más riqueza y más poder. La gran ratonera de estos días es Irak, donde los países ricos han ido cayendo capturados con más o menos culpa. La guerra no está dando precisamente beneficios, y las primeras ideas optimistas sobre petróleo barato y bolsas que crecen hasta el infinito han tenido que dejar paso a una lógica subida en el precio del crudo y a una inestabilidad en los mercados que está mermando la tranquilidad de los consumidores. La codicia también empuja a las empresas a caer en otro tipo de ratoneras. Las aerolíneas llevan mucho tiempo atrapadas en una crisis tras una época de esplendor turístico. Algunas están tratando de salir de la ratonera recortando empleos, haciendo pagar a sus trabajadores sus propios errores. En España, mientras tanto, se recurre a la prevención estatal para evitar que las compañías caigan en ciertas ratoneras, como las que hay en esos paraísos fiscales cuyo cebo consiste en ofrecer beneficios libres de impuestos. Mientras, en Argentina ha caído una ratonera tan persistente que llevaba atenazando al país más de dos años. La desaparición del corralón liberará los últimos capitales retenidos en los bancos y permitirá a la dolorida nación dar un paso más en su lucha por recuperar el esplendor de otros tiempos.

Fotografía de Gema Diego