ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Carta a Teresa
Por Almudena Hernández
2 min
Sociedad03-11-2014
Querida Teresa, te escribo estas líneas sin conocerte pero con la esperanza de hacerte llegar un pensamiento, un sentimiento, un mensaje que quizás otros en medio de este río revuelto del ébola en Europa no han querido, no han podido o no han sabido transmitir. En mi intención prima, sobre todo, la querencia de la conciencia, una especie de obligación moral que tenemos quienes disponemos de la tribuna de los medios de comunicación, si es que entendemos esta profesión vocacional como servicio social antes que como altavoz de egos e intereses. Creo que me entenderás en lo de profesión vocacional, pues por algo te prestaste voluntaria para cuidar de los dos misioneros enfermos de ébola repatriados a España y por algo volverías a hacerlo. En primer lugar, Teresa, muchas felicidades por ser protagonista de un auténtico milagro. No todo el mundo puede presumir de haber vencido una enfermedad tan letal y el triunfo de la vida siempre es una buena noticia. Seguro que la experiencia marca un antes y un después en tu biografía. También estoy segura de que lo hará en la vida de otros muchos, como de los profesionales que te han cuidado durante todo este tiempo o incluso en la de esa ministra a la que muchos señalan como la bruja mala del cuento. Los ministros, por serlo, tienen menos derechos que otros seres humanos a equivocarse. Les entra en el lote. Pero en esta carta, Teresa, quiero hablar de otras cosas y no caer en la tentación del debate político que se ha generado en torno a tu caso. Seguro que muchas cosas se podrían haber hecho mejor, pero desde tu piel sabrás mejor que nadie ponerte en la de las miles de personas que en África se han contagiado de ébola. Si no hay sobresaltos, en unas semanas España estará libre de la enfermedad, pero en esa tierra que hay apenas a 14 kilómetros al sur del Estrecho de Gibraltar los seres humanos siguen muriendo sin sentido porque la pobreza de escrúpulos de los occidentales condena a la pobreza material de los africanos. Una pena. Por eso, querida Teresa, te aplaudiría con el alma si, cuando salgas del Carlos III, además de pedir la dimisión del consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Javier Rodríguez, responsabilidades a quienes corresponda por la muerte de tu mascota Excalibur y otras miles de quejas por las que seguramente tienes derecho a estar más que indignada, te alzases como portavoz de quienes mueren como perros en este mismo mundo en el que todos, afortunadamente tú también, seguimos respirando a diario.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo