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IMPRESIONES

La lógica del resentimiento

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión06-11-2014

El “resentimiento” es un concepto fundamental de la Sociología que sirve para explicar algunos fenómenos traumáticos, como el que estamos viviendo en la política española en este momento de nuestra historia. Este fenómeno del resentimiento cobra especial relevancia a partir de la Revolución Francesa, donde vio a luz la lógica de partidos, las izquierdas y las derechas, las ideologías o, dicho de una vez, esa mentalidad dialéctica en el que la identidad del “nosotros” se afirma, sobre todo, mediante el odio a “los otros”.  La política de partidos enfrentados exige conformar mayorías suficientes para alcanzar el poder frente al resto de grupos/facciones/partidos. Eso obliga a las minorías a alcanzar acuerdos y negociar entre ellas para conformar una sola marca grande que represente a una mayoría suficiente. Esa es la razón que generó las primeras divisiones y críticas en el seno de Podemos cuando se dispusieron a votar sus documentos internos. Aun cuando se pretenda ser exquisitamente asambleario, ese valor queda subordinado a la consecución y mantenimiento del poder. No importa si las formas no fueron las menores: lo decisivo es tener un solo líder mediático y fuerte, porque es la única forma de obtener el poder.  A medida que las minorías se van conformando en mayoría, la participación en las decisiones es menos directa; los acuerdos, promesas y renuncias quedan escondidos –ocultos para las propias bases- para poder garantizar la solidez y unidad pública del partido. Las apariencias, en la política de partidos, resultan cruciales. Sin embargo, es en el juego de las apariencias donde brota el resentimiento: las bases perciben que sus representantes no les representan. Lo que “aparentan” los representantes en su discurso público no es exactamente lo que acordaron las bases; algunas minorías se ven ninguneadas a favor de otras; casi todos empiezan a captar que sus líderes ya no hablan “con la gente”, sino “a la gente”; y, por último, el líder del partido, que sin duda entiende de primera mano el problema de la minoría a la que pertenece, no conoce de primera mano los problemas graves de las otras minorías.   Esta “lógica del resentimiento” no es, en sentido estricto, “culpa” de nadie; es una lógica casi inexorable en las democracias cuya base social está altamente fragmentada. Es una lógica que corroe a nuestros partidos más veteranos, que empieza a afectar a UPyD, que casi ha llevado a Vox a morir antes de nacer y que ya manifiesta sus primeros indicios en Podemos. Otra cosa es que esta lógica del resentimiento pueda ser más o menos contenida cuando la clase media es muy amplia y moralmente bien formada; y otra, que la corrupción manifiesta y persistente de los representantes alimenten el resentimiento hasta extremos incontenibles. Según crece el “resentimiento”, aparecen las confabulaciones judeomasónicas, las teorías conspiranoides y, más recientemente, “la casta”. El razonamiento “políticos = malos, gente de la calle = buena” es, a un tiempo, estúpido y falso. Pero eso no importa, el caso es que funciona porque logra dar cauce y sentido al descontento. Y necesitamos dar sentido al descontento.  Podemos está canalizando todas esas energías y tal vez sean suficientes para llegar al poder. Todas las fuerzas públicas actuales –y no sólo los partidos políticos– deberíamos preguntarnos, por un lado, cómo rebajar la presión del resentimiento y, por otro, cómo ofrecer un cauce –constructivo– para purgar el descontento. Los datos macroeconómicos, señores del gobierno, no van a ser suficientes.  Si no logramos entre todos rebajar la tensión y ofrecer sentido, tendremos que enfrentarnos a un escenario imprevisible. De entrada, no pinta bien entregar el poder a quienes tienen una sola idea en la cabeza: que ellos son los buenos y los demás, infrahombres. Y no pinta bien porque ya sabemos cómo acabaron hasta ahora todas esas involuciones.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach