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ANÁLISIS DE CULTURA

Prohibido leer

Fotografía  (©foto: )

Por Marta G. BrunoTiempo de lectura2 min
Cultura30-07-2014

Leer solo una parte de la historia, la que más nos gusta, la única que conocemos, es sinónimo de enfrascamiento ilegítimo, desvarío y de escaso interés dialéctico. Esto es de lógica aplastante, para la que no se necesitan doctorados. La realidad, sin embargo, dista mucho de ser racional. Al contrario, le hemos dado la vuelta al mundo y se han caído todos los tornillos. Como el necio de Brant que está a punto de naufragar. Y esa nave viaja desde la Edad Media hasta la Andalucía del siglo XXI, donde los necios de la Junta de Andalucía se escudan en la ya suficientemente fustigada población en riesgo de pobreza para prohibir a los profesores que recomienden obras clásicas, más allá de los libros de texto obligatorios. Bibliotecas. Esa rica fuente de inspiración con aroma a papel antiguo, donde los libros son de uso público, libre, gratuito. Según los datos publicados por el Ministerio de Cultura, en 2012 había en España 4.769 bibliotecas públicas. 645 de ellas en Andalucía. Los colegios a su vez disponen de bibliotecas con –se supone– ejemplares de autores clásicos. Si la educación en España era ya una lacra, la decisión de la Consejería de Educación, más propia de un régimen dictatorial, ha dado en el centro de la diana de la idiotez. Estos niños, hoy robotizados, criticarán de mayores la situación de su país. Sin entender, claro está, el contexto y las causas. Porque la Junta no sabe, o no quiere hacer saber, que La casa de Bernarda Alba no es solo la representación de esa poetización del lenguaje cotidiano, estilo de Federico García Lorca. Es la crítica más dura a la España profunda de comienzos del siglo XX. Esos niños leerán lo que las tablets y iPhones les permitan leer. Y ojalá sean libros y artículos de mínimo interés. Otros aplaudimos que en nuestra infancia contáramos con profesores, verdaderos amantes de la literatura clásica española, y que con tanto gusto nos enseñaron a interpretar desde la más tierna infancia, fuera con libros o a través de la interpretación. Por cierto, por aquel entonces –y no hace demasiado tiempo–, y pese a ser víctimas de la Logse, entrábamos en las bibliotecas. Pedíamos prestados los ejemplares. Y sin traumas. Hoy cabe esperar que haya excepciones.

Fotografía de Marta G. Bruno

Marta G. Bruno

Directora de Cultura de LaSemana.es

Licenciada en Periodismo

Estudio Ciencias Políticas

Trabajo en 13TV

Antes en Intereconomía TV, La Razón y Europa Press