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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

'Nada se pierde con la paz'

Fotografía  (©foto: )

Por Almudena HernándezTiempo de lectura3 min
Sociedad30-07-2014

Algunos colectivos no saben comunicar sus problemas. Es el caso de muchos católicos, que quizás hacen más caso al consejo bíblico de poner la otra mejilla antes que difundir la barbarie que sufren en muchos lugares del mundo. Un ejemplo de ello es lo que están padeciendo desde hace tiempo en diversos países y que apenas encuentra eco en la prensa occidental, pese a que la gravedad de los acontecimientos podría equipararse a otros conflictos. En ese país, los cristianos sufren en su propias carnes ser testigos de su fe, la misma fe que en la vieja y cristiana Europa los más modernos y progresistas piden que se encierre en el ámbito privado y bajo siete llaves. Pues bien, en lugares poco propicios para el Dios trino como Irak se da testimonio de ella aunque haya que pagar el precio de la vida. Es más, algunos locos siguen haciéndolo a pesar de haber perdido por ello a su familia, sus bienes y hasta un cómodo nivel de vida. La pasada Semana Santa, apenas nos llegó la brutalidad con la que algunos cristianos fueron torturados por radicales islamistas en Siria. Algunos fueron crucificados, emulando la muerte a la que fue condenado el nazareno Jesucristo en el Calvario de Jerusalén hace 2.000 años. Peor aún: a las embarazadas les abrían en canal y les sacaban el fruto de su vientre de la forma más cruel posible. Da escalofríos sólo escribirlo. Posiblemente por ello muchos no lo hicimos entonces. En Nigeria, el secuestro de unas 200 adolescentes cristianas conmovió al mundo la pasada primavera, más porque algunos rostros femeninos internacionales -como la mismísima esposa del presidente de Estados Unidos- emprendieron una campaña de protesta solidarizándose con esas jóvenes mujeres que por el hecho de su confesión. Pero lo que hace Boko Haram en ese país no es nuevo, cuando día sí y día también, respaldados tras un mal entendido Islam, los terroristas atentan contra las iglesias de los partidarios del tal Jesucristo. Ahora nos llega la noticia de que los cristianos iraquíes tienen que abandonar su tierra, pagar un impuesto revolucionario o convertirse al Islam si no quieren morir. Y para que no se lo piensen dos veces, sus verdugos marcan las puertas de sus casas con la inicial de "nazareno". Algo que recuerda, curiosamente a aquel letrero que colocaron en lo más alto de la cruz, para que se viese bien el escarnio, quienes llevaron al nazareno Jesucristo a la crucifixión: "Este es Cristo, el rey de los judíos". También se asemeja a aquella costumbre heredada para celebrar la Pascua en el pueblo judío, cuando Dios ordenó marcar las puertas con sangre de un cordero para distinguir los hogares en los que debía dejar con vida a su primogénito. Lo triste es que hoy, en pleno siglo XXI, los seguidores del nazareno siguen siendo señalados como Él lo fue aquel día, mientras quienes abanderan el marketing del laicismo prefieren poner la mirada en otras tristes víctimas. Menos mal que el mismísimo papa Francisco no distingue entre las víctimas, sea de Ucrania, Gaza o Irak y aprovecha la simpatía que despierta entre muchos para decirlo bien clarito. "Todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz", dijo sensiblemente emocionado Bergoglio en el ángelus de este domingo, apelando a las naciones a aprender de las lecciones de la historia cuando se conmemora un siglo del comienzo de la Primera Guerra Mundial.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo