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EL REDCUADRO

La novia carlista

Fotografía

Por Antonio BurgosTiempo de lectura2 min
Opinión07-07-2002

No hay forma de que nos quitemos las medias azules. Siguen los casamenteros buscando novia a Don Felipe. El casado casa quiere y quizá también viceversa: las casas piden casados. Esa casa adosada (adosada a La Zarzuela) que se ha hecho el Príncipe de Asturias está como en ceremonia de pedida de las que venían en los añejos ecos de sociedad. Como pidiendo matrimonio para convertirse en hogar. Casa por cierto tomada con tal respeto que no le han puesto mote en la España del "Villa Meona" de Isabel Preysler o del chalé de un crítico taurino al que le pusieron "Villa Sobre". Mirando la morada, todos otra vez con las medias azules. Se suben al palo mayor del "Juan Sebastián Elcano", que es muy de la casa, de la Casa Real, y gritan: "¡Novia a la vista!". Carolina de Borbón-Parma y Orange-Nassau, princesa de Borbón-Parma por su padre y de Holanda por su madre, es una maravilla como hipótesis de trabajo: una novia carlista. Dijimos que las guerras carlistas terminaron antier, cuando por Dios, por la Patria y el Rey, Don Javier de Borbón-Parma, heredero de los derechos de la dinastía proscrita, entregó al Archivo Nacional, o sea, al Trono de los liberales, los papeles del legitimismo tradicionalista y foral. Don Carlos Hugo entregó la cuchara del rancho de los Tercios de Requetés, las barbas de Zumalacárregui y la boina roja de Cabrera. Pero mejor the end todavía para la concordia coronada tras las guerras carlistas sería la boda de la princesa heredera de los derechos legitimistas del Carlos V de los tradicionalistas con el descendiente de la Reina liberal. Un epílogo perfecto para las guerras dinásticas que tanta sangre de españoles costaron: el tálamo de Vergara. Una boda real entre una novia carlista y un novio Borbón puro de oliva sería como el sueño de Jaime Balmes, que quiso acabar con las guerras carlistas a base de casamientos entre las dos dinastías contendientes. Ficciones de la Historia al margen, la niña de Carlos Hugo da además el perfil perfecto. Princesa, joven, guapa, rica por su casa de Orange-Nassau, europea. En la solidaria Estética ONG que tanto gusta: trabaja en la ONU en labores humanitarias. Licenciada en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por Harvard. Con doble nacionalidad española y holandesa. Habla español por supuesto y, además, holandés, inglés y alemán, no sé si con acento de Schleswig-Holstein. Y otra lengua más importante que ninguna. Señores, llamen a los txistularis, que empiece el baile de los dantzaris: la posible novia, oh maravilla, por la fidelidad familiar a las raíces vascongadas y forales del carlismo, habla euskara. Vamos, que como se entere Arzalluz, es capaz de descolgar la sotana para ser él quien la case con Don Felipe como parte de su proyecto soberanista. Lo siento por Iñaki Urdangarín. Con una Princesa de Asturias que habla euskara iba a perder la plaza montada de vasco en la Familia Real.

Fotografía de Antonio Burgos

Antonio Burgos

Columnista del diario ABC

Andaluz, sevillano y del Betis

** Este artículo está publicado en el periódico ABC y posteriormente recogido de AntonioBurgos.com por gentileza del autor