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IMPRESIONES

Benedicto XVI se sale del mapa

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión05-03-2013

He tenido la oportunidad de escuchar durante semanas diversos comentarios sobre la renuncia del Papa, sin tener que enfrentarme a la urgencia de tener que decir yo algo. La mayoría de esas opiniones me confirman en el titular que he escogido para este artículo: Benedicto XVI se sale del mapa. Rompe los límites de cualquier mapa diseñado por nosotros. Algunas opiniones celebran precisamente esto. Por ejemplo, escuché a un agnóstico decir que Benedicto XVI había resultado ser, a un tiempo y con radical coherencia, el más conservador y el más progresista de los papas que recordamos. Otras opiniones siguen tratando de encajar la grandeza de la acción de Benedicto XVI en sus anteojeras miopes y tacañas: ¿Dimitió al recibir tal informe? ¿Qué razones ocultas tendrá? ¿Le habrán presionado? ¿Traiciona a la tradición? La renuncia de Benedicto XVI supone además un borrarse del mapa del Gobierno de la Iglesia, de la política mundial y de los medios de comunicación, pero no del mapa de su misión en la Iglesia. Al revés: Benedicto XVI se sale de todos nuestros mapas para permanecer en el suyo, el que Dios ha trazado para él y que, como con todas las cosas de Dios, rompe cualquier esquema diseñado por nosotros. Mientras las miradas del mundo se concentraban en la despedida de Benedicto XVI yo me he dado el gustazo, este fin de semana, de recordar sus primeras intervenciones, allá por abril y mayo de 2005. Entonces dijo -y repitió durante semanas- una serie de cosas que explican lo que ha ocurrido. Nos dio las coordenadas para entender que podía ocurrir lo que ha ocurrido, aunque ninguno entonces -ni siquiera él- podía haber adivinado el futuro. Lo primero en lo que insistió durante días es en dos sentimientos constantes que le acompañaron esos días: primero los juzgó contradictorios y apenas dos días después, complementarios. El primero: su radical impotencia ante la gran responsabilidad que suponía el reto de ser Papa. El segundo: gratitud a Dios y a los cardenales por confiar en él, y radical confianza y alegría en que Dios le daría la luz y la fuerza. En la homilía en que le fue impuesto el palio y el anillo de pescador dijo: “Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino el ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él”. Después, se limitó a explicar qué significa el palio, y qué el anillo de pescador. El día en que anunció su renuncia, no dio otra razón distinta que ésta. Benedicto XVI tuvo que esperar hasta el 17 de mayo de 2005 para tomar posesión de su cátedra como obispo de Roma. En aquella homilía explicó qué significa la cátedra, símbolo de la potestad de enseñanza, que “es una potestad de obediencia y de servicio, para que la palabra de Dios, ¡la verdad! Resplandezca entre nosotros, indicándonos el camino de la vida”. Una cátedra desde la que “presidir en la doctrina” y “presidir en el amor”, pues ambos deben ser “una misma cosa”. Las palabras que pronunció aquellos días -las que ha pronunciado siempre-, tomadas en serio, son necesariamente conservadoras (milenarias) y revolucionarias (siempre nuevas, desafiantes y rompedoras de todos los esquemas). Son palabras que hablan a un tiempo del pasado, del presente y del futuro. De esta vida y de otra vida, de un mapa para este mundo que conduce a una alegría y una confianza que ya no es de este mundo, pero que es el auténtico “camino de la vida”. Entre los comentarios que he leído hay quien contrapone el final de Juan Pablo II y el de Benedicto XVI como contradictorios. Otra vez, eso es juzgar con un mapa equivocado. ¿Dónde está la cruz de cada uno? En el atleta, la cruz es que el mundo contemple su impotencia física. En el maestro locuaz y brillante, la cruz es que el mundo contemple su silencio. Ambos recorren el mismo camino, aunque ese camino es también único para cada persona. Paradojas de un mapa que no es el nuestro y que, en parte por eso y en parte porque lo hizo Quien bien nos quiere, es el único mapa que puede salvarnos de nosotros mismos.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach