ANÁLISIS DE SOCIEDAD
Mostrar los ojos
Por Almudena Hernández
2 min
Sociedad06-03-2013
Soy mujer y nunca he visto el mundo a través de una rejilla. Ni he tapado mi rostro por convicción. Así que no puedo escribir de una realidad que desconozco. Pero estoy en un país libre que me permite hacerlo. Luego están otras cosas, como la moral o ciertos principios, que aconsejan a ser prudente y respetuoso. Tampoco considero que la realidad de los velos islámicos, en concreto la del uso del burka y el niqab, tenga que reducirse a un único argumento. Hay quienes dicen que la cuestión es de extremismo religioso. Otros aluden a costumbres machistas que vulneran un puñado de derechos. Quizás en el término medio esté la virtud, lo que no quiere decir que la explicación correcta resida en el relativismo, o sea, que no haya verdades absolutas. En alguna ocasión sí que he cubierto mis hombros, cabeza y rodillas. Y reconozco que ha sido por respeto a unas leyes en las que yo era una intrusa. Quizás es que tienen razón quienes me tildan de "legalista", pero no suelo llevar la contraria a las normas establecidas allá donde acudo. Raras veces. Por eso creo que es blanda y relativista la sentencia del Tribunal Supremo que anula una normativa del Ayuntamiento de Lérida de llevar el rostro cubierto en los lugares públicos. Ahora paso del legalismo a la presunta demagogia. Pero, igualmente, trato de hacerlo desde la prudencia. Nunca he hecho top less y tampoco podría escribir de esta otra realidad desconocida para mí. Pero si acudiese a una playa nudista o tuviese que convivir en una tribu africana donde las mujeres llevan el pecho al aire al menos me lo pensaría. Estoy segura. "Donde fueres haz lo que vieres", dice el refrán. Lo que resulta increíble a estas alturas de la democracia española es que cada vez se hagan más excepciones, que los conceptos más universales como la vida o la libertad tengan muchos grises y matices. ¿Por qué no puedo entrar a una cena anunciada como de rigurosa etiqueta si voy vestida como si fuese a coger patatas o al gimnasio y sí que me permitirían acceder a unas instalaciones públicas donde se debe identificar a las personas sólo mostrando mis ojos? Será porque en el Supremo siguen a pies juntillas ese otro dicho que reza que los ojos son el espejo del alma.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
Las personas, por encima de todo