SIN ESPINAS
Inmortalizar la belleza
Por Javier de la Rosa2 min
Opinión03-02-2002
Sé muy poco de las teorías que explican el significado del deleite estético y mi criterio artístico es más vulgar que común. Sin embargo, creo que a mi sensibilidad no se le suele escapar fácilmente el talento y la belleza que hay en el mundo. Ni a ti tampoco. La belleza está en todas las cosas y personas. Pero el talento sólo está en las últimas. Y de su talento surge la belleza; que parece como la energía: ni se crea, ni se destruye, sólo se trasforma. Vuelve a resurgir a pesar de que algunos traten de pervertirla cuando la imitan sin talento. Yo creo que la belleza que se desprende de una obra de arte se trasmitió a todo el género humano desde el día en que ese primer hombre aprovechó el relieve de una pared oscura para imitar lo más posible a la realidad del mundo... donde halló la belleza. Inmortalizar la belleza, esa es mi ética del arte, esa es mi moral del arte, me parece un gran fin, ese puede ser el gran motivo. Tal es lo que percibo cuando escucho una gran canción, leo el libro de un escritor que ya no está o no estará. Cuando veo una película que se hizo con amor. Mientras admiro la complejidad de una obra pictórica, de un trozo de realidad que rompe los límites del cuadro creando un nuevo escenario real. Inmortalizar la belleza que hay en el mundo. ¡Que gran pretexto para ser más feliz! El arte pertenece a todos, no es patrimonio de nadie. Y por mucho que uno se empeñe en privatizarlo nunca podrá con su carácter público y universal. Anoche vi la ceremonia de los Goya y esta semana conocí mejor al fiscal general estadounidense. A Jonh Ascroft le hubiera invitado a ver la belleza de unos pechos que no se tapaban con cortinas caras sino con la naturalidad de un mechón de pelo. También hubiera aprendido algo quien pretende legislar la moral de la bella locura de Rosa María y Juana... López de Ayala. O del talento de los demás y Los Otros. Pero, como siempre, y a pesar de tanto talento y tanta belleza en el mundo, hay algunos que no ven nada ni se llevan nada de él. Son aquellos que a estas alturas parecen estar todavía Sin noticias de Dios.