ANÁLISIS DE SOCIEDAD
La suerte de Adrián
Por Almudena Hernández2 min
Sociedad01-03-2009
Adrián Gómez ha tenido suerte. Un accidente laboral le condenó a la silla de ruedas el pasado verano. Por ello, quizás su pequeño hijo no pueda nunca recordarle como el hombre atlético que ha sido. Adrián es un hombre joven, pero no podrá nunca más ejercer la que es su profesión, su pasión y su vocación vital, con la que ha intentado realizarse como persona. Adrián no es, ni era, un asesino, ni un delincuente, sino un hombre sencillo. En este punto habría que decir que Adrián es torero. Pero habrá quien piense que la Fiesta de los toros no deba existir, que incluso deberían darse más desgracias como la de Adrián. Pero eso es lo de menos. Con historias como la de este hombre el toreo se defiende solo, aunque Adrián ya no pueda saborear la sensación de adrenalina tras burlar el peligro, ni recibir una buena ovación tras ejecutar correctamente una suerte. Eso sí, a pesar de todo, incluidos los antitaurinos, este tipo es un suertudo. Adrián Gómez es un torero de plata, de esos a los que la vida condenó a jugar en la segunda división de la Tauromaquia, a quien, además, la mala fortuna ha clavado en una silla de ruedas. Mas a pesar de su desgracia, Adrián no está solo. El pasado domingo, en la otra plaza de toros de Madrid, el Palacio de Vistalegre, una multitud de casi 14.000 almas llenó los tendidos para presenciar un festejo en homenaje y a beneficio de Adrián. La flor y nata del toreo desgranó lo mejor de su arte, un arte no comercializado en esa ocasión, sino donado de forma altruista para ayudar a un hombre y a su familia a llevar mejor el día a día. En lo artístico y en lo monetario fue todo un éxito. Pero, el pasado 1 de marzo, en esos tendidos de la otra plaza madrileña los aficionados también se acordaban de otras cosas. Los aficionados echaban de menos las masas enloquecidas y regalaorejas a supuestos dioses. Por cierto, José Tomás, grande también en su ausencia, fue compañero como el que más con su solidaria donación a Adrián. Pero los aficionados también echaban de menos a algunos políticos y a algunos artistas... Y, sobre todo, añoraban a todos esos otros Adrianes que no tienen la suerte de este torero con las alas rotas: el apoyo de sus colegas, el reconocimiento de la sociedad. ¿Cuántos enfermos sufren sin que nadie les regale una sonrisa? ¿Cuántas familias no llegan a fin de mes por una desgracia sin que nadie les ayude económicamente? ¿Cuántas necesidades están ahí aparcadas en la más grande ignorancia? El 1 de marzo la sonrisa de Adrián Gómez, en su suerte de estar tan bien acompañado, reflejaba de forma auténtica lo que es el altruismo.
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Almudena Hernández
Doctora en Periodismo
Diez años en información social
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