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ANÁLISIS DE ESPAÑA

Caricatura de Sarkozy

Fotografía

Por Alejandro RequeijoTiempo de lectura4 min
España14-10-2007

Reconozco que me generan bastante rechazo todos aquellos que se otorgan a si mismos la autoridad para decir qué, cómo, cuándo, dónde y por qué hay que hacer las cosas. Casi tanto como aquellos que luego, cual borregos, van y les hacen el juego. Lo sentí en carne propia el pasado 22 de septiembre cuando al alcalde de moda se le ocurrió la idea de decretar una Noche en Blanco. Lo que toda la vida había significado levantarse pasadas las dos de la tarde haciéndose preguntas como ¿dónde estoy?, ¿cómo he llegado hasta aquí? o, incluso, ¿dónde están mis pantalones?, de pronto se había convertido en un rebaño de gente colapsando –si cabe un poco más- la ciudad de Madrid, Cañada Real incluida. Todo para ver unos museos, teatros y monumentos que, ¡ojo, sorpresa!, están abiertos todo el año. Todavía alguno hasta pondría cara de persona culta al observar a unas Meninas con los pantalones pirata aún mojados por la lluvia que cayó esa noche y con alguna cervecita de más encima después de hacer unas cuantas horas de cola. A Torrebruno y compañía sólo les que quedaría devolver la mirada con estupefacción, recelo y algo de mala leche porque ese espectáculo les estuviese robando horas de merecido sueño. Pero lo que no dejó de ser una iniciativa estéticamente hortera y demasiado programada y cutre como para considerarla original, ha sido imitada o superada ahora por Mariano Rajoy. El líder del PP también nos dice qué, cómo, dónde, cuándo y por qué tenemos que sentirnos orgullosos de ser españoles y además demostrarlo con algún gesto. Lo que no dice pero sí insinúa –y aquí está la clave- es contra quien tenemos que hacer todo eso. La historia dice que desgraciadamente en España siempre que se reivindican símbolos como el himno o la bandera para ser más españoles que los demás se cae en una simplificación tan peligrosa como errónea además de demostrar un gran complejo. Sobre todo cuando, como ha hecho Rajoy, uno confiesa sentir envidia de franceses o alemanes al verles cantar su himno antes de jugar alguna competición internacional, como todo el mundo sabe, lugar y momento idóneo para hacer gala de patriotismo. Una vez más, Rajoy ha patinado en el intento de imitación de su admirado Sarkozy (por cierto, presidente de una Republica tan consciente de su identidad como la más estable de las monarquías) y se ha quedado en una simple caricatura. Pero el líder del PP cae además en dos incongruencias. La primera es que en España el encargado –o al menos así se le presupone- de reivindicar los símbolos identitarios patrios es el Rey al que Rajoy tanto se ha esforzado en defender de los ataques que cuestionan su autoridad. Él, de momento, sólo es líder de la oposición. La segunda incoherencia resulta de comprobar como el popular tan rápido carga, con razón, contra la obsesión identitaria del nacionalista reivindicando más atención para los verdaderos problemas de la gente, como te sorprende en Internet haciendo un ridículo más propio de Carod, Ibaerretxe… Cuesta creer como de un grupo de asesores tan profesionales como los que puede tener un aspirante a presidente del Gobierno salga una iniciativa tan casposa y desafortunada. ¿Quién le escribiría el discurso?, ¿No se lo podía haber aprendido de memoria?. En fin, dudas menores ante la cuestión principal: En este caso, el tamaño de la bandera tampoco importa. Para ser español, sentirse orgulloso de ello y demostrarlo, hace falta mucho más que un día agarrar la rojigualda e imitar a Torrente. Por ejemplo siendo responsable y no usando lo que es de todos para tus fines electorales. Del mismo modo que la vida cultural de una ciudad como Madrid debería ir mucho más allá de una noche de falsas puertas abiertas haciendo seis horas de cola para ver algo que puedes ver cada día. Puestos a comparar, la noche en Blanco de París –no por ser francesa deja de ser hortera- acabó con unos energúmenos pegando un puñetazo a un Monet. Habrá que ver como acaba la campaña más patriotera que patriótica de Rajoy. ¿Con una peineta?. Gesto más español imposible.

Fotografía de Alejandro Requeijo

Alejandro Requeijo

Licenciado en Periodismo

Escribo en LaSemana.es desde 2003

Redactor de El Español

Especialista en Seguridad y Terrorismo

He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio