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SER UNIVERSITARIO

Si el diagnóstico es errado...

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión14-10-2007

Un escolta herido por atentado terrorista. Repetidas imágenes de políticos y gente de a pie quemando públicamente fotografías del jefe del Estado. Cientos de encapuchados perfectamente organizados quemando contenedores y enfrentándose a la Policía en las calles de San Sebastián. El presidente del Gobierno abucheado por tercer año consecutivo durante el desfile de las Fuerzas Armadas. Para Rodríguez Zapatero, todo esto no es más que una polémica artificial y unos hechos que ni siquiera merecen el hombre de “resfriado”. “No hay mayor ciego que el que no quiere ver”, o mayor sordo que el que no quiere oír. Y así hasta el infinito, podríamos adaptar el refrán. Porque el fondo de la cuestión no es cómo funcionan la vista, el oído o cualquier otro órgano con el que captamos la realidad. El fondo de la cuestión es la actitud moral de quien ni quiere escuchar ni ver la verdad. Dijeron algo parecido del último Aznar, quien nos sorprendió al final de su segunda legislatura con una carrera hacia delante como quien huye y deja las cosas a medias. Y más o menos y para su propio pesar fue así, con eso de que bajó del barco al poco del atentado más sangriento sufrido jamás por los españoles. Debe de ser el síndrome de La Moncloa, o el síndrome de Calígula, pues el caso es que tampoco tiene que ver con localizaciones geográficas o partidistas, sino con la actitud moral de quien usa del poder con la seguridad de que no rendirá cuentas por sus despropósitos. Esto no les pasaba a los cónsules romanos que pedían poderes especiales y se proclamaban dictadores -por un periodo máximo de seis meses- para solucionar situaciones complicadas. Pues, al final de su mandato, estrechamente vigilado por los tribunos, rendían cuentas escrupulosamente de todo cuando habían hecho, hasta el punto de que no era extraño que perdieran, literalmente, la cabeza por sus excesos en el poder. Una ley así, además de prevenir las ganas de acumular poder, ayudaba al dictador a recordar que ni era Dios ni estaba más allá del bien y del mal, sino al servicio de su pueblo. Ver, escuchar, tener los pies en la tierra, juzgar lo que ocurre con sentido común son las condiciones necesarias para tomar decisiones sensatas y aportar soluciones acertadas. Por eso preocupa mucho que un presidente del Gobierno no vea lo que tiene delante de sus narices: porque eso le incapacita para el buen gobierno. Quien pierde la humildad, que es ver y andar en verdad, pierde la prudencia, que es el buen criterio. No sabemos si Zapatero tuvo alguna vez lo segundo, pero sabemos que ha perdido lo primero. Borracho de poder, ebrio de tanto despropósito sin pagar coste político, sigue llamando “accidentes” a los atentados, “resfriados” a la rebelión incivil de cientos de personas. Con ese diagnóstico, ¿qué políticas tendrá en la cabeza para estos meses y la próxima legislatura?

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach