ANÁLISIS DE ECONOMÍA
Don Quijote y el calentamiento global
Por Gema Diego
2 min
Economía11-03-2007
Los científicos nos demuestran cada día que, con un poco de imaginación, se puede extraer energía de los elementos más insospechados. El primer problema, por supuesto, es que el coste de producción compense los esfuerzos de obtención; el segundo, mucho más importante, es que el proceso no suponga contaminación. En esta línea, los líderes europeos se han embarcado, por fin, en el camino hacia la reducción de emisiones responsables del cambio climático. Y eso que, sobre el asunto del calentamiento global, existen opiniones y estudios para todos los gustos. Si Al Gore se ha convertido en el adalid del apocalipsis climático, hay quien quita hierro y señala que en la Edad Media hizo mucho más calor que en la actualidad, que la Tierra sufre ciclos de calentamiento y enfriamiento y que la acción del hombre sobre ellos es mínima. Y que, después de los sudores medievales, en la época de Don Quijote –o de Miguel de Cervantes- se notó mucho más fresquito. Precisamente, las soluciones al predominio del petróleo se encuentran ya en el ficticio vagabundeo de Alonso Quijano y en sus gigantes convertidos en molinos de viento. La energía eólica se está convirtiendo en una de las apuestas más claras en nuestro país, mientras opciones como la biomasa y el etanol intentan todavía encontrar su espacio. Y, pese a su mala –con razón- prensa, la alternativa nuclear se configura como una fuente que no se debe descartar a simple vista. Por eso, por si las moscas, por si el optimismo neoliberal que augura larga vida al petróleo –pese a que las extracciones se tornarán cada vez más caras a medida que aumente la profundidad- y poco futuro a Kyoto no está tan acertado como cree, será mejor ponerse un poco quijotes y luchar con la imaginación en busca de ideas más limpias que reduzcan, aunque sea sólo un poco, la tonalidad gris del aire.
