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SER UNIVERSITARIO

Virtud cívica y ‘pensamiento’ de izquierda

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión04-02-2007

Una de las técnicas fundamentales de la praxis comunista consiste en manipular el lenguaje hasta destruir el pensamiento. Además de teorizarlo, Stalin y Lennin lo ensayaron minuciosamente. El problema de estas formas de manipulación, efectivas a medio plazo, es que a largo plazo se vuelven contra uno mismo: si uno envenena el lenguaje y la cultura, que es el medio en que vive el hombre -también el manipulador- todos acabaremos envenenados. Todavía hoy se escucha a Llamazares y De la Vega sosteniendo que el diálogo con ETA es fundamental para la paz el mismo día en que acusan a la Guardia Civil de “hacer chantaje al Gobierno” por haberse manifestado para recordar una promesa incumplida del Ejecutivo. Vamos, que las bombas en Barajas (y las mil muertes anteriores) son “accidentes” fruto de un exaltado pero legítimo diálogo político con asesinos, mientras que la manifestación pacífica de nuestras fuerzas de seguridad para recordar un compromiso del Gobierno es un “chantaje inaceptable”. Que ETA sean los buenos y la Guardia Civil la malvada es una estupidez que uno podía disculpar en las mentes simples de corazón herido en tiempos de Franco; hoy, hacer pensar eso es pedir a gritos el ingreso en el manicomio o en la cárcel, bien por apología del terrorismo o bien por esa llamada a la rebelión contra quienes garantizan el Estado de Derecho. Pero Llamazares y De la Vega son sólo la guinda: hace un par de semanas teníamos a una diputada de Barcelona -que cobra dinero público, que lleva pan a su casa sirviéndose del sistema- sosteniendo que ella misma podría considerarse “antisistema” y que eso no es malo. Lo hacía, además, ¡una nacionalista catalana! es decir, un ente fruto de la burguesía catalana -sustentada sobre el valor de la propiedad privada- y ¡en defensa del movimiento okupa! -que pretende abolir la propiedad privada-. Son esta panda de imbéciles instalados en la contradicción quienes inventaron el sistema educativo que tenemos, que nos ha dejado una juventud y una infancia con la formación humana y personal más baja que han visto las generaciones vivas. Por primera vez en la historia de la estadística educativa crece el fracaso escolar, y lo hace teniendo en cuenta que el nivel de lo que se imparte en las aulas es aún más bajo que el de la generación anterior, es decir: ¡que aun rebajando el nivel de enseñanza el número de suspensos crece! Pero “fracaso escolar” es más que una frase para denunciar a los “analfabetos funcionales”. Porque uno puede no tener estudios y no estar en las categorías en las que hoy hablamos de nuestros jóvenes: pandilleros, maltratadores de compañeros y padres, y niñas que afrontan abortos sin haber cumplido los 14. Todo un ejemplo de antivalores sociales. ¡Qué podíamos esperar!: si nuestros políticos insisten en que Otegi es un interlocutor “inteligente” que “busca la paz”; mientras que la Guardia Civil es un peligroso instrumento de “chantaje”, ¿qué modelos proponemos a los jóvenes? Es a estos hijos de la LOGSE y de la ESO que aprenden en el insti que uno puede salir adelante sin hacer ni el huevo -o mejor: haciendo mucho ruido-, a los que ahora la ministra quiere enseñar “Educación para la ciudadanía”. Les enseñarán que el amor no distingue de sexos, edades ni especies, y que la inteligencia, como vale precisamente para distinguir, conviene no usarla demasiado. Les enseñarán un montón de cosas, como que “quien no llora no mama”; que las minorías, por el mero hecho de serlo, tendrán subvenciones; que los vagos saldrán adelante; que la fidelidad y la lealtad son valores de militares y demás retrógrados… Les enseñarán de todo, menos las virtudes cívicas más elementales: como las clásicas -y tan burguesas que a la izquierda le dan mucho asco- de atender al sentido común y de esforzarse y sacrificarse para lograr los objetivos.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach